La venganza
'Zombies' contra Aragonès
La formidable maquinaria que inventó Jordi Pujol se resiste a perder el poder: de ahí la sádica y planificada cocción de Pere Aragonès a fuego lento por los cocineros de Puigdemont
Ernest Folch
Editor y periodista
Ernest Folch
La sádica y planificada cocción a fuego lento de Pere Aragonès que los cocineros de Puigdemont han preparado en la plaza pública no es solo, que también, la venganza por su investidura no nata del 2017 y por sus múltiples rencillas personales. La última crueldad convergente con su hermano pequeño que este, una vez más, solo ha visto venir cuando ya era demasiado tarde y la emboscada era inevitable, es sin duda la más salvaje y trascendente de todas. Porque si Junts de repente ha dejado de tener prisa y va tan desvergonzadamente contra la unidad independentista que hasta hace poco reclamaba a los cuatro vientos, y si la presidencia del Parlament se ha convertido, por primera vez y sin que todavía haya legislatura, en un descarado contrapoder, es porque la vieja Convergència (la de siempre aunque con otro logo) se aferra con uñas y dientes al último trozo de poder que cree poder tener.
De lo que trata la última maniobra convergente es de debilitar hasta el extremo al futuro presidente, contrapesarlo con el fantasmagórico Consell de la República, y conseguir que Puigdemont, a través de personas interpuestas como Artadi o Borràs, mantenga una mínima cuota de poder a la espera de las siguientes elecciones. Porque el 'procés' de verdad no es el que se libra contra España sino el que se libra dentro de Catalunya, y más concretamente dentro del independentismo, un movimiento amplio y complejo que desde el 2012 se ha ido independizando lentamente de Convergència: primero Mas fracasó disfrazado de Moisés en su asalto a la mayoría absoluta, después la CUP lo envío a la papelera de la historia, Puigdemont perdió peso al exiliarse y tuvo que ceder terreno a un débilismo Torra, para terminar perdiendo este 14-F las elecciones y su liderazgo dentro del soberanismo. Esto es exactamente lo que está en juego ahora mismo y lo que explica el monumental gatillazo de Aragonès: la formidable maquinaria de poder que inventó Jordi Pujol quiere sobrevivir a toda costa, ni que sea con ‘zombies’ de colmillos muy afilados como los que todos hemos visto estos días paseándose por el Parlament.
Empujada por esta presión, y alentada por algún sectario, ERC cometió el fatal error, a tres días de las elecciones, de jurar ante notario que no pactaría con el PSC y se cerró las puertas a una alternativa más que factible. Por eso ahora se encuentra acorralada, sin oxígeno y presa de un partido que, aunque esté agonizando, sabe mucho mejor que ella de qué va esto del poder.
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