A pie de calle
Ganas de primavera
En los barrios obreros y densamente poblados no tenemos ni pisos ni barrios pensados para estar todo el día dentro
Montse Santolino
Periodista
Montse Santolino
Si algo hemos redescubierto durante los confinamientos en los barrios obreros y densamente poblados es que no tenemos ni pisos ni barrios pensados para estar todo el día dentro. Fueron y son barrios dormitorio. Solo aptos para dormir y trabajar. Sobre todo en invierno. Por eso los fines de semana, en cuanto sale el sol, hay estampida y mucha gente de L’Hospitalet nos encontramos en la carretera de les Aigües o en el paseo del río de Cornellà. Muchas ganas de primavera y de sentir la tierra bajo nuestros pies, la que tendríamos de no haberla malvendido: hubo un tiempo en que L’Hospitalet se estiraba desde el mar hasta la montaña, desde Zona Franca hasta Finestrelles, pero perdimos el 40% de nuestro territorio, y acabamos encerrados y trinchados entre las carreteras y las vías de entrada y salida a Barcelona.
Ahora que no podemos salir nos fijamos más en los parterres abandonados, en la falta de árboles o en su poco mantenimiento cuando arrecia el viento. Y notamos como nunca la falta de zonas verdes: en Sant Cugat y Girona tienen más de 25 metros cuadrados de zona verde por persona, pero en L’Hospitalet tenemos cinco. La OMS recomienda de 10 a 15 metros cuadrados mínimo, y apunta a una relación directa entre mayor cantidad de zonas verdes y mejores indicadores de salud. La presión de Barcelona por crecer y el poco interés de nuestro ayuntamiento por poner límites a las constructoras impacta directamente sobre nuestra calidad de vida: ahora en Bellvitge nos prometen un gran parque, pero solo a condición de ponerlo al lado de 20 nuevos rascacielos bien comunicados. Nos ahogamos en cemento. ¿Cómo educar en el cambio climático a niños y niñas sin contacto con la naturaleza? Pocas Gretas van a salir de estos barrios. Pocos estudiantes de ciencias ambientales. Poca gente con herramientas para enfrentar un futuro insostenible.
No son ganas caprichosas de primavera. Es necesidad vital. De aire y espacio. De días y temperaturas amables. Para no pasar ni mucho frío ni mucho calor. Para poder pagar las facturas de la luz.
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