LA LEY CELAÁ
El 'anar tirant' de la inmersión
Al amparo de la nueva ley, la Generalitat y los centro escolares deben repensar materias, currículos y horarios para dar empuje a una inmersión estancada
Joan Tardà
Exdiputado de ERC.
Joan Tardà
En las indumentarias de los diputados de la derecha han aparecido lazos naranja. Se trata de una campaña contra la Lomloe, la nueva ley educativa que modifica la del ministro Wert del 2013. El mismo que había sentenciado que su texto legislativo serviría para "españolizar a los niños catalanes". Ahora, PSOE y Unidas Podemos han pactado con varios grupos parlamentarios legislar en pro de hacer posible un sistema educativo socialmente más equitativo y académicamente más funcional. Dejar atrás la segregación (apuesta por la escuela inclusiva y por no copago en la concertada) y combatir el abandono escolar pues los estudios evidencian una correlación entre el nivel de fracaso escolar y la renta de las familias. ¡De aquí vienen todos los males!
Asimismo, se ha desatado una nueva ofensiva (la enésima) contra la inmersión lingüística a raíz del pacto del Gobierno Sánchez con Esquerra para suprimir el término "vehicular" en referencia a la lengua castellana en la enseñanza que introdujo el PP en su ley. Término que sí aparece en la Ley de Educación de Catalunya del 2009. Un texto legislativo elaborado por el Govern tripartito (PSC-ERC-ICV) encabezado por el ‘president’ Montilla, donde sí se atribuye a la lengua catalana la consideración de lengua vehicular en la enseñanza en Catalunya, lo que hoy olvida la dirigente Eva Granados cuando afirma que aspira a flexibilizar la inmersión convirtiendo el castellano también en lengua vehicular.
Superior a la media
Más allá de este posicionamiento, que más bien parece formar parte de la competencia electoral entre PSC y Ciudadanos, el hecho es que Madrid ha acabado reconociendo que tiene la responsabilidad de velar por que todos los estudiantes catalanes acaben los estudios dominando el castellano, pero que no le corresponde cuestionar el procedimiento. Un objetivo por otra parte plenamente alcanzado en la medida en que las evaluaciones reflejan un conocimiento de la lengua castellana por parte de los escolares catalanes incluso superior a la media a nivel estatal.
En todo caso, las ramas no deberían impedir ver el bosque de una inmersión lingüística que ha perdido intensidad. De hecho, en la actualidad vive del gran empuje protagonizado por cientos de profesores (muchos de ellos procedentes de fuera de Catalunya o de lengua materna castellana) que desde los años 80 adquirieron las técnicas de inmersión importadas de la experiencia de Québec con las que introducir al niño en la lengua catalana a través del lenguaje no verbal para transitar hacia el verbal a fin de que a los 5 o 6 años tuviera suficiente competencia para poder aprender a leer y escribir en catalán, en paralelo a la introducción del castellano. Esfuerzo titánico de estos profesionales que completaron más de 18.000 docentes, todos reciclándose con un gran esfuerzo personal, para hacer posible impartir docencia en lengua catalana en el conjunto de las enseñanzas primaria y secundaria.
Muestras de cansancio
A pesar de que este legado ha sido asumido por una vocacional nueva generación de docentes, a estas alturas el sistema da muestras de cansancio. Se evidencia en el estancamiento de la enseñanza en catalán en secundaria. Se constata en el recorte de las aulas de acogida donde los recién llegados habían sido objeto de prioridad. Se refleja en la desaparición de las técnicas de inmersión en la formación universitaria y en los másters de capacitación pedagógica. Se hace evidente en la mínima presencia de la formación permanente. Se manifiesta en el retroceso en cuanto a la falta de seguimiento a las direcciones sobre el cumplimiento de los proyectos lingüísticos de cada centro. Y, por último, se contempla en la no aplicación de las técnicas de inmersión en las actividades extraescolares y de recreo.
En definitiva, una inmersión lingüística amenazada por una cierta banalización de su propio éxito, como si se hubiera de dar por hecho que la existencia de un porcentaje de catalanes que no son plenamente competentes en lengua catalana –una parte de los cuales, recién llegados que hablan más de 200 lenguas distintas–, fuera una hipoteca inevitable.
Un paso adelante
Por ello, pacificada la retaguardia gracias a la ‘ley Celaá’, es imprescindible enterrar "el ir tirando". En consecuencia, dado que la ley aprobada otorga a la Generalitat mayor disponibilidad a la hora de formular currículos nuevos (hasta el 50%), se abre la posibilidad de que administración y centros escolares puedan repensar materias, currículos y horarios. ¡Buena oportunidad para dar un paso adelante! De hecho, urge.
De igual manera que sería bueno que la sociedad catalana asumiera que el futuro del catalán no puede recaer exclusivamente en la comunidad escolar, lo que debe obligar al nuevo Gobierno posterior al 14-F a superar déficits colaterales de enorme trascendencia en cuanto a la socialización de la lengua catalana en las nuevas generaciones, entre ellos la progresiva dejadez de TV-3 en cuanto a la programación infantil y juvenil y la ausencia de la lengua catalana en las plataformas digitales.
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