Barcelonas
Sirenas del Raval
Alejandro Giménez Imirizaldu
Arquitecto por la ETSAB, profesor de urbanismo de la Universitat Politècnica e investigador del Laboratori d’Urbanisme de Barcelona.
Alejandro Giménez Imirizaldu
Primera noche del toque de queda. En la calle suenan sirenas a todo volumen. No es la policía, son las vecinas mofándose. Otras sirenas, de curvas apretadas, tacones temerarios y escamas refulgentes derivan lentas y cadenciosas hacia sus escondites. Nos recuerdan que esto quería ser el mar. Todos los proyectos presentados al concurso para el Ensanche en 1859 planteaban ensenadas que llegaban hasta la calle Unió por lo menos. Todos menos uno, que perdió el concurso pero acabó ejecutándose con orden militar y rigor de secano.
La urbana, ahora sí, sale de la plaza Vázquez Montalbán, que debe estar revolviéndose en la tumba por el toque de queda y por la plaza que le pusieron. La calle lleva desde el Gimnàs Social Sant Pau hasta el Café de la Ópera. Hace un requiebro en Robadors que es el tramo más macarra del barrio. Han puesto unas luces que lo iluminan como si fuera un estadio. Nada que unas filminas de color no pudieran arreglar. De color rosa. Porque así se confundirían con las del hotel de delante que también son rosas y acercarían gentes y paisajes.
En Robadors, en el centro del barrio, está el Bar d’en Rubén que hace el mejor ceviche de la ciudad y un vermú excelente. Ana y Janet de Putas Indignadas se apoyan en la barra o en el quicio. Son sirenas con más conocimiento y verdad que mitología. El Sant Pau ha pasado el primer confinamiento con nota, ofreciendo duchas, ropa limpia y comida sana a los vecinos castigados por el virus y a las personas que duermen en la calle. Ahora va a por matrícula de honor. Al otro lado, en las Ramblas, el Café de la Ópera los sirve como siempre a un euro, indiferente al turismo. Eso es decencia.
Sobre el nombre de la calle han pegado un cartel: 'Carrer de les Kellys'. En otro, una chica se ofrece para pasear perros. Mi calle es escenario de oficios poco normativos. Un tercer letrero, educadamente escrito a lápiz sobre la pared reza NO CAGAR PERROS. En esta calle todo el mundo es bienvenido pero si has comido perros ni te acerques.
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