Ante la crisis económica
Una nueva colaboración público-privada
Hay que establecer un marco de diálogo del sector privado y el público, donde se puedan discutir medidas, para limar sesgos ideológicos, intereses cortoplacistas, resistencias sindicales y la cortedad de miras de algunos empresarios
Antonio Argandoña
Profesor del IESE.
Antonio Argandoña
La economía española tiene tres retos que forman una unidad: frenar el deterioro provocado por la pandemia, recuperar el nivel de actividad de la economía y ponerla en una senda de crecimiento estable y alto en el medio y largo plazo. El primer reto está ya encarrilado, aunque quedan todavía perturbaciones pendientes y, sobre todo, los efectos de la sucesiva eliminación de las medidas urgentes tomadas en los últimos meses. Por tanto, cuanto antes nos hemos de poner todos a trabajar sobre la recuperación y, muy relacionado con esta, la senda de crecimiento futura, que exigirá cambios importantes en la estructura productiva y reformas de fondo en numerosos mecanismos públicos y privados.
No parece razonable pensar que el sector público estará en condiciones de llevar el peso principal de esos retos de futuro. Basta pensar en la carga de la deuda pública que le está cayendo encima, en la deuda oculta que irá apareciendo en los próximos años (por ejemplo, el crecimiento de las pensiones), en las dificultades de algunos de los pasos que tiene que dar (reforma impositiva, de la financiación autonómica y local, de la estructura del gasto público, de la formación profesional para adecuar la oferta de trabajo a las demandas del mercado, y un largo etcétera) y en las manifiestas insuficiencias de los mecanismos políticos de decisión y negociación. Habrá que contar con una colaboración público-privada mucho más intensa.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), en una declaración sobre un futuro informe sobre la economía española publicada el pasado 30 de septiembre, abrió la puerta a una variante de esa cooperación que me parece interesante. Las medidas fiscales y financieras para sostener a las empresas ante el estallido de la crisis económica han sido efectivas, pero el organismo internacional señala que, para el futuro, es importante pasar de los créditos con garantía pública y los aplazamientos de impuestos a un fortalecimiento del capital de las empresas, sobre todo de las pequeñas.
Ayudas a las empresas
El objetivo debe ser dejar las manos libres a las empresas que tengan mayor capacidad de crecimiento y creación de empleo, aplazando la devolución de los créditos a una fecha futura, cuando la empresa haya sido capaz de desarrollar esa capacidad. Lo que el FMI propone es alguna forma de deuda tributaria futura: cuando las empresas empiecen a recoger los frutos de la recuperación de su solvencia y rentabilidad, aflorarían “débitos fiscales”, es decir, las empresas tendrían que pagar más impuestos, como compensación a las ayudas recibidas ahora. Sería algo parecido a la devolución de un crédito, pero no en una fecha fija, sino condicionada a la recuperación de la salud financiera y económica de la empresa.
El FMI propone otras medidas, como una regulación más amplia y generosa del marco de resolución de la deuda privada, ante la elevada posibilidad de un rebrote de las insolvencias en los próximos meses, así como un nuevo paso en la <strong>reforma laboral</strong>, reduciendo los costes de despido. Pero esto parece una utopía, visto el sesgo intervencionista y redistributivo de nuestro Gobierno.
Mecanismos de diálogo
Esto nos lleva, de nuevo, a la mayor colaboración público-privada. No se trata de volver a las comisiones de los viejos Planes de Desarrollo franquistas, pero sí a establecer mecanismos ordinarios de diálogo del sector privado y el público, donde se puedan discutir aquellas medidas, para limar los sesgos ideológicos, los intereses cortoplacistas de algunos sectores, las resistencias sindicales y la cortedad de miras de algunos empresarios.
Ya sabemos que no se pueden desempolvar pactos por el estilo de los de La Moncloa, en el principio de la Transición, entre otras razones porque aquellos fueron pactos políticos, de los partidos, y lo que hace falta ahora es un abanico de mecanismos de relación entre Administración, partidos, empresas, sindicatos y expertos, que aseguren que las propuestas se estudian (sin perder el tiempo, claro) y se negocian los acuerdos, empezando por el mensaje del FMI: tú me ayudas hoy en unas cosas y yo te ayudo hoy en otras, y ambos nos comprometemos a devolvernos las ayudas mañana. Esto requeriría un marco de compromisos sociales, ampliamente aceptado, que aleje el fantasma de faltar a la palabra dada. Sobre esto hay ya soluciones probadas en otros países.
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