El difícil camino de la reconciliación
'Patria' y la subasta del dolor
Resulta fácil borrar una imagen de una campaña promocional, pero la realidad es más tozuda y los simplismos solo enquistan los conflictos
Emma Riverola
Escritora
Ante un alud de críticas, HBO ha retirado el cartel promocional de ‘Patria’, la serie inspirada en la excelente novela de Fernando Aramburu. La composición desechada estaba formada por dos imágenes. A un lado, una mujer llora bajo la lluvia, sola, desconsolada, abrazada al cadáver de su marido, un empresario abatido por ETA. Al otro, un hombre desnudo yace en posición fetal en el suelo. Tras él, desenfocados, tres policías. Al aquelarre por el cartel se unieron numerosos opinadores de Twitter y algún que otro político. El grueso de la crítica iba dirigido a una composición que dedicaba el mismo espacio a una víctima de ETA que a un supuesto terrorista. De esas medidas iguales se extraía una idea de equiparación. Víctima y victimario cobrando el mismo protagonismo. La polémica llegó al autor. Aramburu, sin aspavientos, también mostró su desacuerdo con la composición. No le gustaba, creía que no reflejaba el espíritu de su novela, tampoco el de la serie, pero achacaba el diseño a una estrategia de marketing.
La polémica tiene múltiples caras. Sin duda, el interés promocional y el partidista han agitado las críticas. Que en las redes sociales se iniciara una campaña para darse de baja y boicotear a HBO no dice mucho de la hondura del reproche. Si un cartel es razón suficiente para boicotear una serie sin haberla visto y todos los contenidos de una plataforma, la indigencia intelectual anula toda posibilidad de debate.
El debate de fondo
Pero más allá del diseño concreto, más allá de la utilización política -siempre repugnante- de las víctimas, existe un debate de fondo: ¿cómo reconstruir una sociedad azotada por el terrorismo? No puede haber fisura alguna en su condena. No hay excusas, ni legales ni éticas, que justifiquen todo el daño causado por ETA. Los asesinados, los supervivientes, los silenciados, los que sufrieron durante lustros la invisibilidad, los que vieron negada su condición de víctimas… todos ellos deben ser reparados. Pero hay más víctimas.
‘Dones en construcció’ (2010) es un magnífico documental dirigido por Begoña Atin y Maite Ibáñez que recoge testimonios de varias mujeres que han sufrido los zarpazos del terrorismo. Algunas son víctimas de ETA. Otras, de bandas de ultraderecha. Son hijas o esposas de asesinados. Algunas, supervivientes de un atentado. Sus testimonios son íntimos, particulares, fruto de una experiencia única pero, a la vez, todos ellos hablan un mismo lenguaje.
Un día, de repente, los colores se oscurecieron. Ya nada era igual. La calle, los rostros, el mar, la vida entera parecía gastada, sin vida. Llegaron las noches de insomnio que se alargaron años. O los días que solo querían ser dormidos. También las pastillas, las terapias, la fe o lo que fuera, cualquier cosa para seguir adelante. Sobrevivir, muchas veces como una autómata, sin saber muy bien cómo seguir existiendo cuando una parte de ti está muerta. Y ese miedo pegado a la piel y esas lágrimas que nunca parece que vayan a detenerse y ese dolor, siempre ese dolor.
La niña que perdió a su madre en un atentado vive el peso de su ausencia. Un peso que perdurará el resto de su vida. Un sufrimiento que no sabe de las manos que apuntaron el arma asesina. Tampoco de siglas. ETA o GAL, poco importa para esa pequeña que se quedó sin las caricias, sin los cuidados de una madre. Entonces, ¿todas las víctimas son iguales? Es más, ¿todos los asesinados son víctimas?
Un manto más o menos grueso
El dolor es un manto. Tupido, asfixiante, invalidante. Y sí, puede ser más o menos grueso. La pareja de un hombre asesinado por ETA que ni siquiera ha podido llorarlo por la presión social, que cada día recibe llamadas amenazadoras, pintadas insultantes en los muros de su casa o el silencio escupido de los vecinos carga con más capas de desazón que la viuda apoyada y homenajeada de un etarra. Los platos de la balanza no están equilibrados. Políticamente podemos reconocer las diferencias. Pero, ¿es necesario entrar en una subasta del dolor?
Si no se reconoce el sufrimiento, todos los sufrimientos, se está deshumanizando a quien lo sobrelleva. ¿Hay posibilidad de reconciliación cuando se niega a una parte de la sociedad su dolor? Es necesario que todas las aflicciones salgan a la luz, que sean reconocidas. Solo así el victimario arrepentido puede pedir perdón y la víctima tiene la oportunidad de liberarle y liberarse ella misma. Luz sobre las sombras y palabras donde impera el silencio.
HBO ha retirado el cartel de la discordia. En el actual solo aparece la viuda del asesinado por ETA. Es fácil borrar una imagen de una campaña promocional, pero la realidad es más tozuda. Existieron los torturados, también los asesinados por el GAL. El mundo es más sencillo cuando impera el blanco y negro, cuando los discursos se instalan en el maniqueísmo y se contempla la sociedad en dos bandos, pero los simplismos no permiten la reconciliación, solo enquistan los conflictos. Como mucho, los dejan larvados, silentes, esperando el momento de resurgir. Al fin, el legado del dolor.
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