opinión
Coronavirus: Cuestión de ética empresarial y capacidad de resistencia
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Eduardo López Alonso
Periodista.
Trabajo en El Periódico de Catalunya desde 1992, la mayor parte de ese tiempo en la sección de Economía. Ahora, en la sección Panorama que agrupa a Economía, Política e Internacional. Antes estuve en el diario ABC (Economía), Televisión Española (Economía), Grupo Recoletos (gratuitos locales) y en el ámbito de las televisiones locales (realizador). Licenciado en periodismo, diplomado en publicidad, máster de Información de Económica por la UAB y el Col·legi de Periodistas de Catalunya, cursé el doctorado de Económicas en la Universitat de Barcelona, pendiente de tesis doctoral ('Gestión de medios de comunicación en tiempos de crisis'). Autor del libro 'Las prejubilaciones del menosprecio'.
Eduardo López Alonso
El cierre empresarial y el confinamiento generalizado en España por el coronavirus es una seria amenaza para el empleo. En una situación excepcional como la actual, cuyo objetivo principal es eludir la saturación hospitalaria, decretar desde el minuto uno el despido de trabajadores es una decisión poco ética. Casi inmoral. Es cierto que a día de hoy resulta difícil prever la duración del confinamiento, pero las empresas deben ser capaces de asumir en lo posible, como todos, las consecuencias de unas próximas semanas excepcionales.
El periodo de transición es necesario y exigible, pero requiere posponer cualquier decisión traumática en forma de expedientes de regulación de empleo, sean o no temporales. Al margen de las medidas de rescate empresarial que decida el Gobierno, ayudas fiscales o cualquier otro tipo de resortes, es necesaria la complicidad del empresariado para amortiguar el impacto general de la crisis. Y también la concienciación ciudadana en su conjunto de que los próximos días no serán de asueto.
A la situación de angustia de los trabajadores no se le puede sumar la amenaza de pérdida del puesto de trabajo y la exigencia de pagos, mientras se exime de ellos a los empresarios. Los directivos de empresas y bancos deben aplicar ahora esos principios éticos inculcados en las escuelas de negocios y de los que tanto se alardea en situaciones de bonanza.
A esa necesidad de ética se debe sumar la capacidad de resistencia de cada empresa. Es de esperar que ninguna de ellas aproveche la situación para salir de esta amenaza con una ventaja inmerecida frente a sus competidores.
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