Dos miradas
La herida de Junqueras
Quizás sea táctica electoral, quizá sea la amargura de la prisión, quizá sea un paso más en la escala de la superioridad moral, esa que se hinca en el fanatismo. O, simplemente, un rostro que la inhabilitación ha despojado de la máscara. Las palabras de Junqueras en una entrevista con El País no pueden ser más ásperas, más contumaces. “Gracias a lo que hicimos nos hemos ganado el derecho a repetirlo”, asegura.
Fueron muchas las voces que, aun estando a favor de un referéndum, alertaron del error de convocarlo ilegalmente, sin ninguna garantía democrática y con el compromiso de acatarlo. No se equivocaron. La cosecha del 1-O es frustración, temor e impotencia. Sus responsables políticos traicionaron, adulteraron lo que debía ser un referéndum. Lo convirtieron en un instrumento, un pulso con el Estado, también un pulso entre ellos. Sus consecuencias las han sufrido con creces, pero no solo ellos. También una parte de la ciudadanía que asistió impotente a ese abuso de poder. Para ellos, han perdido el derecho a repetirlo. Al menos, mientras dure una herida cuyos responsables no se han molestado en curar.
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