Los retos de la CE
China, en tierras de Marco Polo y de Mercator
La UE necesita una política exterior compacta ante la guerra fría económica entre China y EEUU
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Ilustración de Monra / periodico
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Rosa Massagué
Periodista
Rosa Massagué
La <strong>nueva Comisión de la UE</strong> hereda la ausencia de una política exterior compacta y potente debido a la falta de consenso entre los 28. Una grave crisis entre EEUU e Irán y el recrudecimiento del conflicto libio reclaman la fortaleza y la cohesión que ha escaseado. Sin embargo, hay desafíos de mayor calado que exigen una política común y firme de la Unión porque Europa, pese a ser la segunda potencia económica global con su mercado único, corre el riesgo de ser una ficha en el tablero en el que China y EEUU dirimen la hegemonía.
Los dos países han alcanzado una <strong>tregua en su guerra comercial</strong>, pero una de las tendencias que deben preocupar a los políticos europeos según el European Council for Foreign Relations (ECFR) es la guerra fría económica, pre-anunciada por la batalla sobre la tecnología 5G, en la que ambos compiten en otros sectores geopolíticamente relevantes como la tecnología de la información y los servicios financieros. En esta nueva guerra fría China y EEUU necesitarán a un tercero, a la Unión, para superar al rival. Según dicho think tank, China será la mayor fuente de dificultades transatlánticas para la UE.
En marzo del 2019 la Comisión Europea ya calificó a China de “rival sistémico” y de “competidor estratégico”. Hace años que el gran país oriental recorre al revés los caminos trazados por Marco Polo y Gerardus Mercator. Italia es el primer país del G-7 que ha optado por formar parte de la nueva ruta de la seda china (BRI, en sus siglas en inglés) -el proyecto de infraestructuras que conecta Europa, Oriente Medio y Asia-, mediante la firma de un memorándum de entendimiento. Los puertos de Génova, Trieste o el de Venecia pueden ser terminales marítimas de la BRI.
Hubo suspicacias en Bruselas aunque Italia no es el único miembro de la UE abierto a las inversiones chinas en infraestructuras. Duisburgo, en la deprimida cuenca del Rhur, cuna de Mercator (1585), donde publicó el primer atlas y presentó su proyección cartográfica, es el puerto interior más grande del mundo. China ya dispone de una terminal de ferrocarriles en la ciudad alemana. Y no solo. El 51% del puerto griego de El Pireo es propiedad de la sociedad china de gestión de transporte de contenedores. También controla las terminales de los puertos de Bilbao, Valencia y Zeebrugge (Bélgica), y tiene participaciones no mayoritarias en los de Rotterdam, Amberes y Le Havre.
Autoritarismo 'high tech'
En el 2012 nació la plataforma 16+1 formada por China y países de Europa central y del este entre los que hay 11 miembros de la UE (Bulgaria, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa y Rumanía). En ellos Pekín ha invertido en infraestructuras y comprado deuda pública. Planteada como operación 'win-win', la plataforma revela una capacidad disruptiva. En Bruselas es vista como un instrumento del "autoritarismo 'high tech'", en expresión de 'The Economist', para socavar la unidad de la UE. Y razones no faltan. Cuando Bruselas ha querido adoptar resoluciones para condenar actuaciones de Pekín en el Mar de China o violaciones de derechos humanos, ha encontrado la oposición de países del 16+1.
Bruselas percibe las inversiones de Pekín como intentos de minar la unidad europea
Entre las prioridades de la nueva Comisión están la reducción de la distancia tecnológica con EEUU y China, y lograr que la UE sea un actor más fuerte en el mundo. Sin embargo, la competencia entre el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel; la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y el Alto Representante de Política Exterior, Josep Borrell, por liderar las relaciones internacionales de la UE no ayuda a dotarla de la necesaria política exterior, potente y compacta. Y sin la voluntad de los 27 todo intento será vano. Como en los últimos años.
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