La vía del diálogo en el conflicto catalán

Hablar no es ceder

Hablar no es ceder, contrariamente a lo que anuncia con alarmismo la derecha española. Por ahora es una forma de encauzar temporalmente el conflicto entre las institucionales catalanas y las estatales

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Joaquim Coll

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Aunque el ganador de las cesiones que Pedro Sánchez ha tenido que hacer es nuevamente el PNV, no cabe duda de que ERC también ha cosechado un éxito importante en tanto que interlocutor del independentismo en la política española y en su pugna con JxCat. No solo ha logrado forzar la creación de un instrumento institucional nuevo, al margen de la comisión bilateral Generalitat-Estado, sino que ha condicionado los tiempos de la investidura. Esta no ha podido celebrarse antes de Navidad porque los republicanos tenían que sortear primero su congreso interno y ver qué sucedía con la decisión del TJUE sobre la inmunidad de Oriol Junqueras, obteniendo un inesperado regalo propagandístico para su causa. Inesperado porque fue el juez Manuel Marchena quien accedió a presentar la cuestión prejudicial (en contra del criterio de la Fiscalía y la Abogacía del Estado), atendiendo a la demanda de los abogados del acusado. Pero sobre todo porque lo lógico hubiera sido retirarla una vez que el TS emitió la sentencia del 'procés', como el propio abogado general del tribunal europeo de justicia comentaba en su escrito.

 Como los jueces de Luxemburgo han cambiado la doctrina asentada en las instituciones europeas sobre la necesidad de cumplir los requisitos internos de los Estados para que un "candidato electo" se transforme en "diputado del Parlamento Europeo", los derechos de Junqueras han sido vulnerados. Y aunque finalmente no va a poder ejercer su cargo al estar inhabilitado, pues inmunidad no significa impunidad, la propaganda  independentista va a ir a todo trapo con Puigdemont y Comín sentados en la Eurocámara.

La cuadratura del círculo del pacto PSOE y ERC es esa mesa de negociación que supone un peligroso ejercicio de contorsionismo político. Los socialistas han de ser muy conscientes de que es un artefacto del que los republicanos se van a servir el día de mañana para demostrar que "la izquierda española decepciona una vez más", tal como ha declarado Gabriel Rufián horas después de la investidura. Hasta cierto punto ERC ha logrado imponer su marco mental con la idea de una consulta, si bien en realidad la metodología es genuinamente la del PSC (diálogo, negociación y pacto).

Con todo, es muy difícil que ambos gobiernos puedan acabar acordando nada que vaya a satisfacer a los independentistas. Eso sí, van a poder hablar de todo en esa mesa, lo cual no es ninguna novedad en el debate español, condicionado desde hace años por el secesionismo. Pero hablar no es ceder, contrariamente a lo que anuncia con alarmismo la derecha española. Por ahora es una forma de encauzar temporalmente el conflicto entre las institucionales catalanas y las estatales, mientras las primeras sigan en manos del independentismo, lo cual no parece que vaya a cambiar en un futuro próximo.

La mesa de negociación bilateral

El constitucionalismo civil catalán, representado por entidades como SCC, se siente desamparado porque ha visto con horror cómo los partidos llamados constitucionalistas (una etiqueta a revisar porque ya no sabemos muy bien qué significa y la derecha pretende apropiárselo) han sido incapaces de ponerse de acuerdo para evitar que la gobernabilidad de España recaiga en partidos como ERC o Bildu. Reprochan, sobre todo al PSOE, que los catalanes no independentistas se hayan vuelto casi invisibles, y censuran esa mesa de negociación bilateral entre gobiernos.

Ciertamente, hay razones para la desesperanza ante todo lo sucedido, también por el tono bronco de la investidura, pero no para el desespero porque la fortaleza de nuestra democracia es mucho mayor y no estamos ante un proceso "deconstituyente". Al contrario, el nuevo relato constitucionalista de Pablo Iglesias es una novedad a tener muy en cuenta. "La ley es la condición, el diálogo es el camino", afirmó Sánchez en el Congreso. El Gobierno bicolor, pues, no va a ceder la soberanía del conjunto de los españoles.

Así pues, el riesgo no está en lo que pueda surgir de esa mesa sino en la instrumentalización propagandística por parte de ERC para ensanchar su base social cuando se agote la negociación. Para evitar equívocos, el Gobierno español debería dar la máxima transparencia a todo lo que se hable, también esforzarse por ampliar la coordinación de esa mesa con otros foros de diálogo a fin de que los catalanes no independentistas sean escuchados. La dinámica no puede estar marcada solo por la demandas soberanistas y sus continuos chantajes. También hay que exigirle al separatismo que reconozca las mentiras en las que se ha basado su discurso y de que no pude seguir despreciando a la otra mitad de Catalunya.