LA CLAVE
Enrique y Meghan quieren trabajar
El 'Megxit' dice que para una joven pareja pija hay cosas mejores que ser familia real, lo cual implica que la familia real no es lo mejor. Un mensaje casi subversivo
Joan Cañete Bayle
Periodista
Periodista y escritor. Director de Estrategia de la Oficina de Proyectos Editoriales de Prensa Ibérica. Entre otros trabajos, ha sido corresponsal de El Periódico en Jerusalén y Washington DC. Autor de las novelas 'Expediente Bagdad' (a cuatro manos con Eugenio García Gascón) y 'Parte de la Felicidad que Traes', y del ensayo sobre el conflicto palestino-israelí 'Muros, bosques, tumbas: Un periodista en Jerusalén'
JOAN CAÑETE BAYLE
Los príncipes de Sussex, Enrique y Meghan, quieren trabajar. No desean seguir siendo figuras de primer grado de la familia real y buscarán la forma de ser «independientes financieramente». Su anuncio ha creado indignación en el Reino Unido, donde se considera como un duro golpe a la institución en general y a la reina Isabel II, en particular. Por su puesto, en el imaginario monárquico la mala favorita es Meghan, otra estadounidense que vuelve a liarla en la familia real británica después de la mala experiencia de Wallis Simpson con el filonazi Eduardo VIII.
No es que Enrique, con sus juergas y su dudoso gusto a la hora de disfrazarse, le haya dado demasiadas alegrías a los Windsor, pero en términos estrictamente de culebrón monárquico (una razón de ser de una monarquía en el sigo XXI), vende mucho imaginar a Meghan maquinando para llevarse a Enrique a Estados Unidos, y pasar de ser realeza a ser celebrity. A la que elijan bien los reality, sin duda debe de ser mucho más lucrativo (y divertido) trabajar en la liga de las Kardashian que en la del presupuesto general del Estado en el Reino Unido post-brexit.
El Megxit, sin embargo, tiene otra vertiente. Porque otra razón de ser una monarquía en el siglo XXI es justamente encontrar su sitio en la sociedad del siglo XXI, algo de eso sabemos en España. Se llama modernizar la institución, rejuvenecer a las familias reales, acercarlas a los grandes temas del momento, del cambio climático a la igualdad entre hombres y mujeres. Se trata, en definitiva, de explicarle a una sociedad moderna, culta, bien formada y cosmopolita que está cambiando a velocidad de vértigo las formas de trabajar, relacionarse y de amar que una institución que se transmite por matrimonio y por nacimiento es la mejor forma posible de organizar la cosa pública simplemente porque siempre se ha hecho así.
El Megxit dice que no, que para una joven pareja pija hay cosas mejores que ser familia real, lo cual implica que la familia real no es lo mejor. Un mensaje peligroso, casi subversivo. Imagino a la reina Isabel II de caza perdida en los ojos de un noble ciervo muerto y en Westminster a los diputados de derecha y ultraderecha gritar vivas a la reina y al país. Ah, no, que igual eso no beneficia a la institución.
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