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El misterio de Carmelo
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Carmelo Anthony entra a canasta durante el Partido de las Estrellas en el Madison Square Garden / periodico
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Antoni Daimiel
Periodista
Antoni Daimiel
Carmelo Anthony fue durante 14 años uno de los patrones principales de lo que significaba ser un anotador en la NBA. Era el Bernard King, el Adrian Dantley o el Alex English del siglo XXI. Un ídolo para los protagonistas verdaderos de la serie 'The Wire' en Baltimore que supo decir “enseguida vuelvo” en las calles para convertirse en un plenipotenciario campeón universitario, un referente que apareció en uno de los tres mejores quintetos del año de la NBA durante siete temporadas diferentes.
Diez veces 'all star' y un futuro miembro del Salón de la Fama que parecía gastar tan poco en entrenamientos y sensaciones o sentimientos colectivos como en el esfuerzo que le suponía conseguir cada canasta. Carmelo fue seguramente el más adaptable de las estrellas de esa liga al baloncesto FIBA, según demostró en sus cuatro participaciones olímpicas, contribuyente principal en la consecución de tres medallas de oro.
El Carmelo Anthony que todos reconocíamos empezó a evaporarse con solo 33 años. Su juego parecía claudicar desconectado de compañeros de equipo como como Westbrook o Harden. En otra época hubiéramos asumido una maduración anticipada, la aparición repentina del óxido en unos músculos que nunca estuvieron tan definidos como para presumir.
Perdurabilidad innegociable
Pero las estrellas de su generación se caracterizan por una perdurabilidad innegociable, no existía explicación a una despedida a la francesa. Ni siquiera su reputación cuestionable a la hora de asimilar la pérdida de condiciones o la desactualización de los tiros desde cinco y seis metros de distancia en virtud de la estadística avanzada explicaba su salida. Justo antes de abrir la puerta para marcharse dejó la sensación de bajón pero no con la expresividad suficiente como para entender que un jugador de su historial y con promedios de 15 puntos y 6 rebotes por partido en sus dos últimos equipos, desapareciera de la NBA sin dejar motivos ni planes futuros. En aquellos días un afamado periodista estadounidense reveló que la mayor parte de los directivos de la NBA aseguraban que Carmelo nunca más jugaría en esta liga.
Portland Trail Blazers, que acabó entre los cuatro mejores equipos de la pasada temporada, ha perdido ocho partidos y solo ha podido ganar cuatro en este inicio de temporada. Su fluidez ofensiva ha mermado y añora la capacidad de compartir en ataque que ofrecían el lesionado Nurkic o Evan Turner.
También las escasas complicaciones en las que incurrían con el balón Aminu y Harkless, otros que ya no están. Así que, como en un western clásico, Carmelo Anthony, que lleva exactamente un año sin jugar, ha subido la escalera de Jacob para regresar a ese firmamento que le pertenecía y ha firmado con los Blazers un contrato no garantizado que solo se extenderá hasta final de temporada si permanece en el equipo el día 7 de enero. Muy probablemente nos estemos acercando al final de su novela, pero ni siquiera en su capítulo de desenlace podremos enterarnos de los motivos verdaderos de su desarme como estrella.
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