TENSIÓN ENTRE DOS POTENCIAS NUCLEARES

Cachemira: un Himalaya en ebullición

La decisión de Modi, primer ministro de la India, de anular la autonomía de la zona es de una grave prepotencia e irresponsabilidad.

Policía india en Srinagar, capital de la Cachemira india.

Policía india en Srinagar, capital de la Cachemira india. / periodico

Jesús López-Medel

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Hay zonas en el planeta Tierra que son fuente constante de conflictos entre estados. Particularmente, y con origen lejano en el tiempo, en Oriente Medio y también en algunos lugares exsoviéticos como es el caso de Nagorno Karabaj que, perteneciendo a Azerbaiyán, lleva 28 años ocupado por Armenia con miles de muertos y un millón de desplazados. Entre lo que en la antigua URSS es conocido como “conflictos congelados” esta, desde hace 11 años, el que se irá alargando por interés ruso de su pretensión e incluso invasión sobre territorios de Ucrania.

Más antigua es la situación explosiva de Cachemira, particularmente latente desde la retirada colonial inglesa en 1947 de lo que ahora es India y Pakistán. Quedó entonces en el alero y se inclinó en el primer minuto del partido bajo la soberanía de la India por decisión del maharajá de la zona entonces. Dos terceras partes fueron absorbidas por este gran Estado y el resto fue para Pakistán y China.

Hay algo que singulariza la Cachemira india y que afecta a la unidad aunque sea de un país tan grande. Se trata de que en ese territorio, montañoso con el Himalaya y de tanta belleza como pobreza, sus ocupantes, desde el siglo XIV son muy mayoritariamente musulmanes, frente a la religión hinduista muy predominante en el país de Gandhi.

Decisión anticonstitucional

Tras la guerra de 1947 vinieron otras dos con miles de muertos. Ahora ese “territorio en disputa”,  como es considerado por la ONU, está en un estallido grave por la decisión del mandatario nacionalista y conservador (¿por qué a estos no les gusta el pluralismo?), recientemente reelegido en la India, de quitar el estatus autonómico de su Cachemira. Una zona que era, según la propia Constitución, un Estado dentro de la India. Esta supresión drástica le hace depender directamente de Nueva Delhi, capital de un país inmenso que tiene una superficie de siete veces España, siendo Cachemira algo menos de la mitad de nuestro Estado.

La “justificación” del mandatario indio es la propia de estas acciones centralizadoras: lucha contra el separatismo, la rebeliones y el terrorismo, identificando musulmanes con violentos, aprovechando cualquier provocación, como la que se produjo en febrero por un inmolado terrorista con el resultado de 14 policías hindús muertos, para generar represión. Naciones Unidas lo denunció en julio. La situación de la población es de desabastecimiento, cierre de establecimientos y ausencia de comunicación.

Peligro nuclear

La acción del primer ministro de la India es de una grave prepotencia e irresponsabilidad. Se trata en este caso de dos estados, Pakistán (defensor de una Cachemira pakistaní o, al menos, autónoma) e India, con gran armamento nuclear. Aunque no lo utilicen, es un grave riesgo.

La reacción desde Islamabad de expulsar al embajador hindú y la entrada en juego de China, una superpotencia, en favor de Pakistán abren interrogantes. Mientras Trump ha dicho tonterías, como siempre ignorantes, sobre el conflicto y Moscú calla, las montañas no volcánicas del Himalaya están en ebullición.