LA INVESTIDURA
El estío profundo
Las declaraciones de Rivera son prácticamente un corte y pega del relato del "no es no" sanchista
Inma Carretero
Periodista.
Inma Carretero
Aquel verano Mariano Rajoy venía de ganar unas elecciones repetidas tras el intento fallido de Pedro Sánchez de ser presidente del Gobierno y apelaba a una abstención responsable de los socialistas antes de fijar el día de la investidura. Recuerdo que ese 10 de agosto del 2016 las palabras de Albert Rivera pedían mármol: "En política se viene llorado de casa. Por España estoy dispuesto a sentarme a negociar con aquellos que no han hecho las cosas bien". La hemeroteca de aquella canícula de hace tres años va a ser imprescindible en estas semanas previas al "estío profundo", que es la línea temporal que ha marcado la portavoz Isabel Celaá para la formación de Gobierno.
Conviene recordar el desdén de Sánchez tras aquella reunión "perfectamente prescindible" con Rajoy en vísperas de la sesión de investidura. La presión que soportaba en aquel momento era de una naturaleza muy similar a que la que él ejerce ahora, especialmente, sobre Rivera. ¿Y cómo intenta zafarse el jefe de los naranjas? Pues con los argumentos que usaba el entonces acosado secretario general del PSOE: que su aspiración es liderar la oposición y que el candidato a la investidura tiene la responsabilidad de articular una mayoría entre sus potenciales socios. No deja de ser curioso que, después de dar pábulo a las acusaciones de plagio a Sánchez, las declaraciones de Rivera no pasen una sesión de Turnitin porque son prácticamente un corta y pega del relato del "no es no" sanchista. ¡Qué lejos quedan esos golpes de pecho con los que el presidente de Ciudadanos se proclamaba "dispuesto a no tener credibilidad por el bien de España"!
Claro que tampoco los líderes de PSOE y Podemos salen muy reconocibles en el espejo retrovisor de las investiduras del 2016 y el 2015. El mismo Sánchez que ahora pone por delante la estabilidad que necesita España fue quien se enrocó en el 'no' sin contemplaciones a Rajoy (ganador de dos elecciones consecutivas) cuando lo que estaba en juego era volver a las urnas por tercera vez. En el caso de Pablo Iglesias el regreso al pasado llega a tener un punto de comicidad: ¿pero cómo puede ahora afear a Sánchez las "faltas de respeto" después de aquella rueda de prensa que convocó para humillar? ¿Acaso no era esa su intención cuando se despachó con eso de "que sea presidente es una sonrisa del destino que me tendrá que agradecer"?
El fantasma a resucitar
Recuerdo que, aquel agosto del 2016, el otoño se perfilaba con la amenaza de otras elecciones, que es el fantasma que ahora intenta resucitar la dirección del PSOE para seguir apretando a PP y Ciudadanos (por muy difícil que consideren su abstención en un primer intento) y a Podemos, porque Sánchez está determinado a tirar de manual de resistencia ante la exigencia de un Gobierno de coalición.
Antes de que los españoles se adentren en las profundidades del estío, alguien tendrá que moverse. O no. Como también hay una amplísima hemeroteca sobre el bloqueo, que la consulten. Quizá estén a tiempo de no repetir errores propios y ajenos.
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