La libertad de expresión
Una silla frente a la cárcel
Dos escritores como Ngugi wa Thiong'o y Can Dündar nos recuerdan que la autoridad no tiene tanto que ver con los cargos como con la moral, con la credibilidad y la coherencia
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El escritor Ngugi wa Thiong / periodico
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Núria Iceta
Editora de 'L'Avenç'
Núria Iceta
Apenas hace una semana que han pasado por la ciudad dos escritores de categoría, Ngũgĩ wa Thiong'o y Can Dündar. Aunque provienen de tradiciones culturales diferentes, han compartido la experiencia de pasar por la cárcel por defender la libertad de expresión y lo han explicado en sendos libros, 'Lluitar amb el diable' (Raig Verd) y 'Arrestados' (Descontrol). De ambos he tenido la oportunidad de escuchar sus palabras, de ver sus expresiones tan decididas como afables y de recibir la energía de la fuerza de sus convicciones.
He experimentado de nuevo cómo la autoridad no tiene tanto que ver con los cargos como con la moral, con la credibilidad y la coherencia.
Me he reafirmado en el poder de la información y la literatura para mantenernos bien arraigados en la tierra y bien arriba en la imaginación. Esto los llevó a la cárcel, pero también les permitió no sentirse aislados. Uno, Ngũgĩ, fue encarcelado en Kenia por haber escrito una obra de teatro en kikuyu; el otro, Can, en Turquía, por haber revelado en el periódico que dirigía que el régimen de Erdogan estaba vendiendo armas a Siria.
"Nunca podrán encarcelar las ideas" repiten presos políticos en todo el mundo, y pienso en las acciones de resistencia desde la prisión. Ngũgĩ, escribiendo una novela en trozos de papel higiénico; Can, empeñándose en conseguir lápices de colores para pintar tiñéndolos con zumo de diferentes frutas.
Un periodista veterano se plantó ante la cárcel de Silivri con un libro, a leer, iniciando la Guardia de la Esperanza que se mantuvo durante los tres meses de confinamiento de Can. Y después de él vinieron otros. Cuando Can fue liberado, el periodista le regaló la silla, y él la llevó al Museo de la Prensa.
He escuchado la densidad de los silencios que habitan entre sus palabras, nuestros silencios intentando digerir los suyos, me he visto intentando poner palabras a los símbolos cuando son metonimias de acciones que todos quisiéramos saber encabezar. ¿No habéis soñado nunca que queréis gritar y no os sale la voz?
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