Las publicaciones en el mundo académico
El mal arte de publicar
Algunos investigadores engordan su currículum con prácticas dudosas al recurrir a 'revistas depredadoras'
Anna Garcia Hom
Socióloga.
Anna Garcia Hom
Muchos se vanaglorian de ser fieles a sus principios, de sus opiniones inexpugnables y de la rectitud de su conducta. No obstante, esta reducción de las formas reales de actuación dista de ser auténtica. Pongamos que hablamos de publicar artículos científicos como méritos para lograr un puesto en la universidad. Este hecho -que por obvio no debería sorprender a nadie- ha generado estupor cuando la Universidad de la Laguna ha constatado que algunos sujetos engordan su currículum con prácticas dudosas al publicar en las llamadas 'revistas depredadoras' o, lo que es lo mismo, fuera del canal 'oficial' o científico.
Este proceder se quiere justificar por la “fuerte” presión que sufren los investigadores para hacer lo que se supone que deberían hacer (sin presión ninguna, puesto que es su obligación): investigar y publicar. Si los criterios de publicación (cómo, cuánto y dónde) podrían ser discutibles, el resultado cuestionado es inexcusable (publicar sin rigor no se sabe qué, y tampoco para qué, salvo que ese qué sirva para adornarse con plumas de pavo real con las que engatusar al prójimo). En este sentido, es discutible que estas publicaciones sean un requisito ineludible en la carrera académica, del mismo modo que no se exija cierta mundología profesional extrauniversitaria (fuera de la universidad también existe vida inteligente).
Ahora bien, si aceptamos los requisitos del sistema (valía docente, investigadora y transferencia tecnológica) constatamos que este tolera las desvergonzadas mentiras de algunos que lo componen en lugar de esforzarse por atraer y retener el verdadero talento exigible a la institución. Dado que destapar lo primero requiere una elevada dosis de coraje y de imprudencia, y que cultivar el esfuerzo exige responsabilidad y disciplina, algunos se inclinan por aceptar unas reglas del juego inalcanzables para ellos sorteándolas con artes magistrales de fingimiento. Todo ello, mal que nos pese, es directamente atribuible al actor, no al sistema.
Las revistas de ciencias sociales
Pero aún hay más: las revistas denominadas 'científicas' tampoco están exentas de sospechas. A nadie se le escapan los casos de publicaciones fraudulentas, maquinaciones de los autores por aparecer como primer firmante, o el goteo constante de autocitas o citas inter nos. Si a ello le añadimos los vocablos 'ciencias sociales', el galimatías halla su máxima expresión. Hablar de publicaciones 'científicas' en este ámbito acarrea ciertas dudas cuando nos adentramos en lo editado. Hacerlo implica constatar dos complejos: envidia y ego. Envidia por querer ser igual o más 'científicos' que las ciencias experimentales, esto es, pretender usar sus mismos parámetros. Ego por anhelar demostrar un saber y una competitividad exacerbada que, de nuevo, nos conduce al hilo de este artículo.
De no ser así conseguiríamos por fin disponer de un capital humano en nuestra comunidad científica debidamente acreditado, y de paso que el común de los mortales no nos tengamos que sentir rabiosamente avergonzados del sistema. Y es que como acertadamente señaló Gracián: no es necio el que finge la necedad sino quien la padece.
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