POLÍTICA MONETARIA Y FISCAL

La oportunidad de Meseberg

Pedro Sánchez conversa con Angela Merkel en el Consejo Europeo del pasado 24 de junio, en Bruselas.

Pedro Sánchez conversa con Angela Merkel en el Consejo Europeo del pasado 24 de junio, en Bruselas.

Gonzalo García Andrés

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El lacónico comunicado de la última Cumbre de Líderes del euro de 29 de junio pasado decepcionó una vez más. No se alcanzó un acuerdo sobre la interesante propuesta franco-alemana, plasmada en la Declaración de Meseberg de unos días antes. Su principal virtud es que planteaba un avance gradual pero irreversible en la creación de instituciones comunes en los planos monetario, financiero y fiscal.

En lo más urgente, que es la liquidez y el funcionamiento uniforme de la política monetaria, debería quedar claro que solo el Banco Central Europeo (BCE) puede desempeñar con éxito esta labor crucial, con apoyo complementario del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) en los aspectos donde se roce la política fiscal. Hay al menos dos acciones de calado que se deben impulsar para fortalecer esta función, de cuya eficacia depende la estabilidad del euro. La primera es centralizar la función de prestamista de última instancia a los bancos comerciales, una de las más antiguas de los bancos centrales, que ahora se instrumenta en el área del euro por los bancos centrales nacionales, con cierto control del BCE. Su utilización en la práctica durante la crisis en Irlanda, Grecia y Chipre ha evidenciado una tendencia preocupante hacia la fragmentación, que es urgente revertir. La segunda acción en este ámbito sería la creación de un mecanismo para que el programa de compra de bonos que se anunció en agosto de 2012 (y que en gran medida, supuso el principio del fin de la crisis del euro) pueda activarse sin condicionalidad para países cuya deuda pública sea sostenible y que cumplan las reglas fiscales.

El segundo aspecto fundamental de la declaración versa sobre las funciones, la toma de decisiones y el encaje institucional del MEDE. Aquí las claves son atribuir al MEDE el soporte último de la Unión Bancaria (apoyo financiero al Fondo Único de Resolución con una línea de crédito, fondos o garantías) y convertirlo en una institución común que decida por mayoría cualificada. Aunque algunos países prestamistas son reticentes a perder el derecho de veto, el cambio en la toma de decisiones es imprescindible. El FMI adopta sus decisiones sobre los programas de financiación por mayoría cualificada (a pesar de funcionar con una cultura de consenso) y el MEDE debería hacer lo propio. El veto es incompatible con credibilidad de un instrumento de estabilización.

Algunos países prestamistas son reticentes a perder el derecho de veto, pero el cambio en la toma de decisiones es imprescindible

El tercer bloque de la discusión es el presupuesto para el área del euro. En la Declaración no se mencionaba el tamaño, pero sería un error centrarse en un número en vez de abordar las funciones y la toma de decisiones. La mención a la inversión y a un posible mecanismo de reaseguro para las prestaciones por desempleo permite incluir la estabilización entre sus funciones, más allá de la convergencia y el crecimiento. Por el lado de los ingresos será igualmente importante dar contenido a la referencia a aportaciones nacionales, asignaciones de ingresos y recursos comunes. Es muy posible que la reacción airada del grupo de los doce países de la antigua órbita alemana contra la idea del presupuesto euro se deba a las implicaciones para los ingresos (no olvidemos que Irlanda y Luxemburgo están entre ellos).

El presupuesto del euro tiene que concebirse como una base sobre la que construir a medio y largo plazo. No será la solución frente a la próxima recesión, ni un catalizador inmediato para la convergencia. Sin embargo, su potencia institucional y política puede ser enorme. Primero habría que probar los programas de gasto y recuperar la confianza, idealmente mediante un periodo prolongado de crecimiento, cumplimiento de las reglas fiscales y reducción de los niveles de deuda pública respecto al PIB. En una segunda fase se podría ampliar la dotación para los mecanismos de estabilización y se podría empezar a contemplar el ensamblaje institucional definitivo entre el presupuesto euro y el MEDE. Y es que si este último se integra en las instituciones comunitarias, acabará deviniendo de forma natural el Tesoro del presupuesto, emitiendo deuda conjunta de manera regular.

Con la declaración, el gobierno alemán, en un contexto político doméstico difícil y con el desafío del nuevo gobierno italiano a las autoridades europeas, dio un paso valioso que el Consejo Europeo no supo aprovechar. Esperemos que basándose en el trabajo del Eurogrupo, pueda pasar la reválida en diciembre.