EN CLAVE EUROPEA
Populismo ultraderechista en expansión en la UE
La victoria electoral del Partido Democrático Esloveno (SDS) de Janez Jansa el 3 de junio con una campaña ultraderechista, pese a ser miembro del Partido Popular Europeo (PPE), muestra como el populismo ultra se expande en la Unión Europea (UE) e impulsa un giro cada vez mayor hacia la extrema derecha de los conservadores.
El éxito de la Liga (ultraderechista), que desbancó a Forza Italia de Silvio Berlusconi como primera fuerza conservadora, pese al control de Berlusconi sobre los medios de comunicación, ha alarmado a la derecha. Para recuperar el poder o conservarlo, la derecha está dispuesta a asumir planteamientos ultras o gobernar con ellos. El borrador de programa del PPE para las elecciones europeas del 2019 asume posiciones de la extrema derecha sobre inmigración y seguridad e incluye entre sus prioridades "levantar vallas cuando sea necesario". El PPE también sigue respaldando al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, pese a que está desmantelando la democracia.
El populismo ultraderechista ha impuesto una deriva autoritaria en Hungría (Fidesz) y Polonia (Ley y Justicia), gobierna en coalición en Italia (la Liga), Austria (Partido de la Libertad), Eslovaquia (Partido Nacional Eslovaco) y Bulgaria (Patriotas Unidos) y condiciona al Gobierno en Dinamarca (Partido Popular Danés). La extrema derecha lidera la oposición en Alemania (Alternativa para Alemania), es la segunda fuerza de Holanda (Partido por la Libertad) y solo el sistema electoral francés a dos vueltas priva al Frente Nacional de más representación. Y estas fuerzas tienen ahora un aliado en el embajador norteamericano en Alemania, Richard Grenell, que ha anunciado que quiere "empoderar" a los populistas ultraconservadores de la UE.
Corrupción y crucifijos
Eslovenia muestra como un partido conservador, con tolerancia hacia la corrupción, asume posiciones ultras para intentar reconquistar el poder con una campaña centrada en "Eslovenia primero" y en un discurso xenófobo. Janez Jansa, como primer ministro (2004-2008 y 2012-2013), no solo se distinguió por reprimir a la prensa crítica sino que fue condenado por corrupción en el 2014 y pasó seis meses en la cárcel por las comisiones recibidas por un contrato de compra de armamento a la firma finlandesa Patria.
Los democristianos bávaros (CSU), que participan en el Gobierno de Angela Merkel, se están apropiando del discurso ultraderechista de Alianza para Alemania (AfD) de cara a las elecciones regionales del 14 de octubre y proponen una dura política antiinmigración y reforzar los poderes de la policía para espiar a los ciudadanos. El presidente de Baviera, Markus Söder, acaba de promulgar también una ley que obliga a colocar un crucifijo en todos los edificios públicos para arrebatar a AfD el monopolio del discurso contra el islamismo. Asimismo, la derecha francesa, Les Republicaines (LR) de Laurent Wauquiez, quiere privar de votantes a Marine Le Pen con un giro ultraconservador.
La creciente desigualdad socioeconómica en la UE, fruto de los efectos acumulados por décadas de política neoliberal y acelerada con la política de austeridad, es uno de los factores que nutre al populismo ultraderechista. Su electorado, señala Michel Wieviorka, está formado por quienes han perdido nivel de vida o temen perderlo, por quienes sufren dificultades "sin tener ninguna esperanza de un futuro mejor" y por trabajadores que además de "olvidados" se han convertido en "invisibles".
La asunción del dogma neoliberal y de la política de austeridad por los partidos socialdemócratas, que "son vistos cada vez más como partidos del 'establishment'", fomenta que sus votantes se giren desengañados hacia los populistas, subrayan Colin Crouch y Wolfgang Streeck.
Minorías privilegiadas
El euroescepticismo populista, destacan Streeck y Sara B. Hobolt, se alimenta del déficit democrático de la UE, de la sustracción de la regulación económica al control ciudadano y del rechazo a cualquier política económica que no sea la oficial (el famoso "no hay alternativa" de Merkel), pese a que esa política solo favorece a la minoría privilegiada.
Los líderes ultras desvían el malestar contra los efectos negativos de la globalización hacia un rechazo al inmigrante, al que achacan los males sociales del país o al que presentan como una amenaza para la identidad cultural, indican Crouch y Wieviorka. La política de austeridad ha agravado aún más el problema al privar a los estados de fondos adecuados para afrontar la ola migratoria y facilitar una integración de los ya residentes. La incapacidad de la UE de consensuar una política común, coherente, realista y solidaria ante el reto migratorio refuerza a los populistas, en especial en los países como Italia que se siente abandonada por sus socios.
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