LA MATERNIDAD
Contra los hijos y contra los padres
Para los antinatalistas la especie humana es una plaga; lo razonable, afirman, es no reproducirse
Nueve menos cuarto de la mañana. Entro en una cafetería. Me instalo en una mesa mientras leo 'Contra los hijos', un provocador ensayo breve (ella lo llama "diatriba") de la escritora chilena Lina Meruane. En la mesa contigua una madre lee el periódico mientras su enfurruñada hija preadolescente protesta. La madre no atiende, la hija se cabrea, grita, le quita el periódico a la madre, lo arroja al suelo, lo pisotea y se cruza de brazos.
Sigo leyendo. "Estoy contra la secreta fuerza de los hijos tiranos", escribe Meruane, muy oportunamente. Y dice estar también contra sus progenitores, que lo consienten todo sin imponer reglas, y contra la sociedad negligente que mira hacia otro lado. Yo no. Yo miro a la enfurruñada adolescente y me pregunto si después de ese gesto contra su madre empezará a romperlo todo, pero no, se queda ahí, despatarrada, ausente, a punto de estallar de nuevo. Su madre, supongo que acostumbrada, calla.
El libro de Lina Meruane empieza y termina con esta diatriba contra la laxitud de una sociedad carente de reglas y límites, donde cada vez son más frecuentes los ataques de los hijos hacia sus padres. Se trata de un argumento más de los varios con que la autora analizar las razones femeninas para no tener hijos. Los estadounidenses -cómo no- han bautizado el fenómeno: son las 'nomo' -'no-mother'-: mujeres que deciden no procrear pese a poder hacerlo, por razones que van de lo profesional a lo estético o lo económico o, simplemente, la falta de ganas. Nada que ver con aquellas que querrían hijos, pero no los tienen. Entre las 'nomo', lo último de lo último son las antinatalistas: mujeres (hay también hombres) que tampoco procrean, pero esta vez por razones éticas. Sus argumentos son contundentes y van de lo político a lo ecológico.
Para los antinatalistas la especie humana es una plaga. Nos recuerdan las cifras de nuestra superpoblación, y cómo estas aumentarán en el futuro próximo. Lo razonable, afirman, es no reproducirse (y estoy de acuerdo, pese a que he aportado tres seres humanos al lío). Procrear solo es un modo de enaltecer el ego. Fabricar un 'miniyo'. Ven con buenos ojos la adopción, claro, y algunos la practican. Los más radicales llegan a sugerir el suicidio colectivo como solución drástica.
Curiosamente, los partidarios de la natalidad desaforada utilizan a su favor los mismos argumentos. El regreso a lo natural como modus vivendi -y eso comprende desde la lactancia prolongada hasta los pañales reutilizables-; el argumento del egoísmo también les sirve para atacar al bando contrario: no tener hijos es quererlo todo para uno mismo.
Internet les da la razón. Leo una página donde un grupo de antihijos da unos cuantos argumentos para unirse a ellos. Si te abstienes serás más rico, más guapo, tendrás más tiempo libre, estarás menos estresado y podrás dedicarte más a tus aficiones y a tus sobrinos. Ninguno me convence del todo. Salvo el último, que es apetecible: sin hijos, dice, nunca tendrás que aguantar consuegros, consuegras, yernos, nueras ni nietos.
Lástima. Ya no estoy a tiempo.
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