La hija de militar
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
"Soy hija de militar, estoy educada para no dar un paso atrás ni para coger impulso". De esta manera Cristina Cifuentes intentó zanjar el tema de su falso máster el primer día. Su paso firme solo la ha llevado a estrellarse contra el muro de la mentira y de la necedad. Está ahora en manos de Rajoy y de Rivera, la doble R que manda sin mandar en España y en la Comunidad de Madrid. Son ellos los que van a decidir cuánto tiempo la dejan asarse en el fuego lento de las revelaciones periodísticas, las filtraciones de la fiscalía y las andanadas de la comisión parlamentaria de investigación. La tendrán a fuego lento hasta que les convenga. El líder del PP hasta encontrar un candidato alternativo y el del partido naranja hasta que dejarla caer no le obligue a votar una moción de la izquierda. El desprestigio de las instituciones queda en quinto plano, una vez más y por parte de todos los actores de esta comedia, como en tantas otras. Un país en el que todas las divergencias tienen que acabar en los juzgados, es un país moralmente y democráticamente empobrecido, aunque piense que hace 40 años fuera capaz de hacer una transición que algunos aún consideran modélica.
Esta manera de hacer las cosas, en la que los cálculos partidistas y electoralistas pasan por delante de la racionalidad y del respeto a las instituciones, solo puede explicarse porque algunos siguen instalados en el paradigma de la impunidad. Como escribía Enric Hernández, ¿Por qué Cifuentes se arriesgó a matricularse en un máster sabiendo que no asistiría a clase y necesitaría un trato de favor? Pero el argumento se puede extender, ¿Pensó en algún momento que podía pedir al rector de la Universidad Rey Juan Carlos la fabricación de una evidencia documental sin que nadie la pillara? Y el rector, ¿en base a qué cadena de confianza trasladó la petición al director del máster? ¿Cómo se atrevió alguien a falsificar las firmas de tres profesoras, curiosamente doctorandas del director? Y así sucesivamente. ¿Qué favores se debían unos a otros? ¿Cuántos secretos habían compartido? O son unos temerarios o son una camarilla desde hace años que se han cruzado votos, títulos, candidaturas y recomendaciones. ¿Nadie pensó ni un segundo en el agravio para el resto de alumnos del máster? ¿Ni en el desprestigio que provocaba a todos los titulados por esa universidad? ¿Ni en el daño al conjunto del sistema universitario? Nadie tuvo el más mínimo sentido institucional como no lo tienen ahora RR cuando se disponen a empantanar a todo el gobierno de Madrid durante meses para sacar el máximo provecho del desgaste de la hija del militar. ¿De dónde sale el valor para no retroceder ante el peligro: del arrojo o de la impunidad?
Se ha dicho, y con razón, que el independentismo se llevó por delante el prestigio de algunas instituciones en los hechos de octubre, pero no han sido los únicos. En España se ha perdido el sentido institucional que es como perderse el respeto a uno mismo. Cifuentes se ha faltado al respeto como alumna, como titulada, como gestora pública y como dirigente política y por delanede se ha llevado a la cúpula de una universidad y a cientos de titulados.
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