EL RADAR

Cosas de niños

bullying acoso escolar

bullying acoso escolar / periodico

JOAN CAÑETE BAYLE

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“Si echamos la vista atrás, seguro que podemos recordar alguna situación, cuando menos incómoda, de cuando convivíamos con nuestros compañeros de colegio. ¿Quién no ha tenido un mote ofensivo o ha sido señalado por algún defecto físico en alguna ocasión? Nunca nos preocupó en exceso. "Cosas de niños", decían.”, escribió en una carta publicada en Entre Todos Ángela Jener, de Palma de Mallorca. Tiene razón, quién no ha presenciado y sufrido abusos, o ha sido un abusador, cuando era niño en el patio de la escuela. Que levante la mano. Pienso en ello mientras leo la noticia más escalofriante de la semana: La Fiscalía investiga una presunta violación grupal a un niño de 9 años en un colegio de Úbeda. Los presuntos autores de la agresión son cuatro menores de 1º y 2º de ESO, de entre 12 y 14 años. Los hechos, según la información, sucedieron en el interior del colegio, durante la hora del recreo. No sorprende leer que la familia de la víctima denuncie que hacía tiempo que los presuntos autores tenían atemorizada a la víctima. Siempre hay una primera vez, que suele ser ignorada.

La brutalidad del suceso es tal que, por supuesto, a nadie se le ocurre hablar de “cosas de niños”. Pero para que una situación de abuso escolar se salga de madre (y casos escalofriantes que acabaron en suicidio ha habido varios en los últimos años), ha tenido que haber por el camino unos cuantos adultos que movieran la cabeza  y susurraran las palabras exculpatorias, “cosas de niños”, antes de explicar cómo él o ella sufrieron o presenciaron algo similar o peor de críos en el cole, y aquí estamos, tan mal no hemos salido. Es curioso que cuando se rememoran estas historias todo el mundo es testigo o víctima, qué pocos abusadores cuentan lo que hicieron entre risas y cañas: y entonces le hice la vida imposible a aquel crío durante tres cursos enteros, era el gordo de la clase, me comía cada día su almuerzo, le pellizcaba los michelines de la barriga, lo humillaba en la clase de gimnasia, qué risa, tan mal no hemos salido.

Miedo al patio

En un reportaje publicado en este diario, se explicaba que hay niños que tienen miedo a salir al patio. “Prefieren quedarse en la clase durante la media hora de recreo de la mañana, leyendo o adelantando los deberes, en lugar de ir a correr un rato o a jugar con los demás niños y viven con auténtico pánico la casi hora y media del mediodía (si se quedan a comer en el colegio), porque allí, en el patio, es donde más fácilmente se despacha el acoso escolar o ‘bullying’”, escribió la periodista María Jesús Ibáñez. Cuando llegan a según qué edades (12, 13) y su vida entera se convierta en la hora del recreo por obra y gracia de las redes sociales, ya no hay escapatoria ni refugio. Son cosas de niños, son cosas de adolescentes, pero el caso es que tenemos a niños y adolescentes que no quieren destacar, se esfuerzan por no ser diferentes, que no quieren llamar la atención, que no participan en clase, que bajan la cabeza, que odian salir al patio, que sufren y que viven aterrorizados. Y como no hay uno sin el otro, tenemos a niños y adolescentes que sobresalen en tortura psicológica y crueldad, en perpetuar roles machistas, homófobos y racistas, cum laude en odio en tempranas edades, cuando tal vez aún duermen con peluches y al mismo tiempo destacan en el uso de la extorsión, la amenaza y la intimidación verbal y física.

En Entre Todos recibimos muchas cartas sobre el bullying, en algunos casos contando historias espeluznantes. Se critica a las escuelas y a los profesores. Se critica a la administración. Se critica a las redes sociales y a la televisión. Se critica en última instancia a las familias de los abusadores, pues al fin y a cabo los niños tienden a reproducir lo que ven y escuchan en casa, ¿qué habrán visto y escuchado en casa los presuntos agresores del niño de Úbeda?

La lucha contra el bullying es muy compleja y requiere esfuerzos desde muchos ámbitos. Pero también es necesario erradicar algunas ideas preconcebidas, algunas resignaciones: que el recreo es ingobernable; que los niños son crueles sin remedio; que los niños deben aprender a defenderse por sí mismos; que un patio de la escuela salvaje no deja de ser un aprendizaje para la vida de adulto, que es la verdadera jungla. Siempre hay una primera vez, y siempre hay un momento en que un adulto dice: “no exageres, son cosas de niños”. Podríamos empezar por aquí.