EL ACOSO SEXUAL
Las francesas y el #MeToo
La proclama de las cien francesas peca de frivolidad y es una pifia en su conjunto porque banaliza el grueso del asunto: situaciones angustiosas donde el hombre ejerce abuso de poder
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA MERINO
Se lio la marimorena tras el manifiesto rubricado por cien francesas contra la supuesta caza de brujas que implicarían las campañas del #MeToo (Yo también) y su equivalente en Francia (Delata a tu cerdo), una polémica tan encendida que ha obligado a la actriz Catherine Deneuve a retractarse de la firma. La carta, publicada en Le Monde, viene a decir que el flirteo insistente o torpe “no es un delito” ni la galantería “una agresión machista”, y contiene algún sustrato de verdad, esto es: la irrupción de un revisionismo cultural puritano, apuntalado por cierto feminismo hiperventilado, según el cual habría que reescribir el cuento de La bella durmiente, pongamos por caso, para que el beso del final fuera consentido.
Sin embargo, creo que la proclama de las cien francesas peca de frivolidad y es una pifia en su conjunto porque banaliza el grueso del asunto: no estamos hablando de coqueteo, de un beso robado, del delicioso juego de la seducción, basado en el respeto y el placer, sino de acoso, hostigamiento, violencia verbal, tocamientos indebidos, humillación y situaciones angustiosas donde el hombre ejerce abuso de poder.
Todos sabemos dónde está el límite; por lo menos, nosotras sí, y quiero creer que también la inmensa mayoría de los caballeros. El problema persistirá hasta que mujeres y hombres nos unamos frente a los acosadores para que el miedo cambie de bando. Señalar al cerdo no significa odiar al hombre. Este es el argumento que esgrimía el otro día en una entrevista la exministra Ségolène Royal, la más lúcida, por cierto, de cuantas francesas han metido cuchara en la cuestión. A su juicio, el manifiesto de la Deneuve y compañía “es la contrarrevolución de las privilegiadas contra las desposeídas”.
La actriz hablaba desde una posición de privilegio. No es lo mismo ser el mito intocable que protagonizó Belle de jour que una cajera de supermercado, una kelly de hotel, una estudiante o cualquier mujer que necesita hasta el último céntimo de su sueldo para que le alcance a pagar el alquiler.
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