Conflictos laborales
Responsabilidades
Los paros en servicios públicos fácilmente acaban por perjudicar a los que tienen menos medios para buscarse alternativas
Ramon Xifré
Profesor de ESCI-UPF e investigador de IESE
RAMON XIFRÉ
En los últimos tiempos se han acumulado el número de colas o de afectaciones en algunos servicios públicos. Se trata de servicios públicos de transporte o de servicios relacionados con estos, como el metro, el bicing, los servicios de control de seguridad del aeropuerto y el taxi, de momento.
Los distintos conflictos laborales que están en el origen de estas movilizaciones son diversos y las circunstancias también difieren en cada caso. Por ello, no tiene mucho sentido generalizar y atribuir la causa de los perjuicios solo a una de las partes; por lo general todos han hecho un poco de todo. En algunos casos, se trata de una queja recurrente para mejorar condiciones laborales, en otros se denuncia intrusismo y en algún caso se refieren condiciones de trabajo precarias.
Lo que tienen en común estos casos es que afectan al servicio público de transporte o del acceso al mismo. Dado que los trabajadores han elegido los meses de verano para realizar sus protestas, el impacto de las mismas se magnifica, que es precisamente lo que se pretende, con el objetivo de ganar fuerza en sus respectivas negociaciones.
Nada es gratis
Pero, como suele suceder, nada es gratis del todo. La presión que ejercen estos colectivos la soportan no solo los turistas que están de paso sino muchos ciudadanos que dependen del transporte público. Con toda seguridad, algunos de los ciudadanos perjudicados se encuentran en situaciones laborales comparables, cuando no aún más precarias, que algunos de los trabajadores que ejercen la presión. Con esfuerzo se han podido permitir unas vacaciones, para ver cómo las empiezan o terminan rodeados de nervios e incertidumbre. Me atrevería a decir que la incidencia de estos actos de presión -con la excepción de los controles de seguridad en el aeropuerto- sobre las personas que han venido a hacer negocios es mucho menor, porque pueden permitirse medios de transporte que no son de servicio público.
La visión optimista del asunto es que todo pasa y todo acaba por ser olvidado. Las movilizaciones conseguirán una parte de las reclamaciones y todo seguirá 'en paz' hasta el próximo verano, o el próximo Mobile Congress, o el próximo evento que se preste para ejercer el control sobre los medios públicos de transporte.
Reputación erosionada
Una visión menos complaciente es que una huelga o conflicto laboral, cuando sucede en un servicio público, fácilmente acaba por perjudicar a los que tienen menos medios para buscarse alternativas. Por ese camino, se erosiona la reputación de los trabajadores que controlan estos servicios públicos, que aparecen como un elemento más del sistema, que explota su posición de poder -de monopolio sobre un servicio público en este caso- a favor de sus intereses.
Todavía no se ha inventado el mecanismo de protesta laboral perfecto en los servicios públicos: aquel que permita que los trabajadores presionen a la empresa sin que haya usuarios afectados. Por ello, sólo queda llamar a la responsabilidad de todas las partes implicadas para que reflexionen sobre en las consecuencias - económicas, sociales y éticas - de sus actos.
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