Tirarse de las kufiyas en el Golfo
La mayor crisis en la historia del Consejo de Cooperación del Golfo tiene como objetivo resolver las diferencias entre saudís y catarís
Lurdes Vidal
Directora del Área de Mundo Árabe y Mediterráneo del Instituto Europeo del Mediterráneo.
LURDES VIDAL
Árabes, ricos, despóticos y religiosamente ultraconservadores. Arabia Saudí y Catar tienen tanto en común que resulta difícil comprender por qué ahora se tiran de las kufiyas (pañuelo tradicional con que se tocaban los beduinos en la Península arábiga). La mayor crisis en la historia del Consejo de Cooperación del Golfo tiene como objetivo resolver las diferencias que han marcado las relaciones entre el reino saudí y Catar, el pequeño emirato cuya hiperactividad política, económica y cultural le situó en el centro de la escena regional tras la llamada “primavera árabe”.
Si bien ambas monarquías se adhieren al wahabismo, son evidentes las diferencias en la práctica religiosa. Mientras los saudíes han invertido sacos de petrodólares en financiar la expansión del salafismo fuera de sus fronteras, los qataríes han prestado apoyo a los Hermanos Musulmanes considerados una amenaza existencial para las monarquías saudí y emiratí. Catar osa incluso dar cobijo a líderes de los Hermanos Musulmanes en el exilio y Al Jazira, eje central de la política de “poder blando” de Catar, ha dado voz reiteradamente a éstos y otros actores críticos con los saudíes.
CONFLICTO ENTRE SUNÍS Y CHIÍS
Catar se ha empeñado además en mantener cierta autonomía en política exterior y una relación con Irán, a pesar de la rivalidad acérrima que ha enfrentado a Arabia Saudí con Irán durante las últimas cuatro décadas. En su lucha por la hegemonía regional y la capacidad de influencia en el mundo musulmán, ambos actores se enfrentan en conflictos interpuestos como Yemen o Siria, y su rivalidad se ha traducido en un supuesto conflicto entre musulmanes sunís y chiís más político que teológico. El acuerdo nuclear con Irán supuso un duro golpe para las ambiciones saudíes, que veían cómo Estados Unidos abría la vía de la reconciliación con Irán. Pero Trump y su beligerancia anti-iraní han caído como agua de mayo en Riad. De ahí que se haya desencadenado la ofensiva saudí con un solo motivo: forzar a Catar a abandonar su política de acercamiento a Irán y a aflojar su apoyo a los Hermanos Musulmanes. Aviso también para Kuwait y Omán, de momento neutrales. Es la consagración del “conmigo o contra mí”.
Las acusaciones de apoyo al terrorismo resultan cuestionables cuando provienen de un país que fomenta la interpretación del islam que más coincidencias tiene con los yihadistas y cuya financiación de milicias salafistas combatientes en Siria es, al igual que con Catar, cuanto menos dudosa. Poner en el mismo saco a terroristas y a disidentes, difuminar las líneas entre islamistas violentos y no violentos es una práctica común – y peligrosa - de los regímenes autoritarios. El riesgo es que nosotros, europeos, al igual que lo ha hecho Donald Trump, compremos este mismo discurso y creamos que con ello combatimos de verdad al terrorismo, sin darnos cuenta de que nos estamos convirtiendo en instrumentos al servicio de las ambiciones políticas de unos regímenes cuya prioridad es su supervivencia.
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