El pecado original del PDECat
No basta con la firmeza de Pascal ante Gordó: con Mas como presidente, el nuevo partido no podrá romper con el legado corrupto de la vieja CDC
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Los jóvenes cachorros de Marta Pascal se han apuntado una notoria victoria al forzar la baja, tanto del <strong>PDECat</strong> como del grupo de <strong>Junts pel Sí</strong>, del exconseller Germà Gordó, investigado por la trama del 3%. Con Gordó como diputado no afiliado, la mayoría unilateralista del Parlament quizá pierda un voto, pero la dirección del partido antes llamado Convergència gana en credibilidad al demostrar que no subordina su compromiso anticorrupción ni al 'procés' ni a los enjuagues internos.
Junto al parlamentario repudiado por su pasado como "conseguidor", el gran perdedor de este envite es Artur Mas, que no hace tanto puso la mano en el fuego por Gordó. El exgerente de CDC, exsecretario del Govern y 'exconseller' de Justícia fue quien primero ayudó a Mas a taponar las cañerías del partido que bombeaban los frutos de las mordidas hacia el 'clan Pujol', siempre presuntamente, y luego a fabricar un sistema de financiación si no impecable, sí al menos con cierta apariencia de legalidad. Como guardián de los secretos de Mas, el testimonio judicial de Gordó se presenta, pues, prometedor.
ESLABÓN PERDIDO
Mas no solo ha perdido a un hombre de su plena confianza, sino también al penúltimo eslabón que enlazaba el pasado convergente con el futuro del PDECat. Como presidente, tan honorífico como simbólico, él es, a día de hoy, el eslabón perdido. Y ahí reside el pecado original del nuevo partido: concebido en el laboratorio convergente como el cuartel de invierno del defenestrado 'expresident', en su congreso fundacional sufrió un alumbramiento accidentado. La revuelta de las bases truncó las maniobras continuistas de la cúpula convergente y lo pusieron todo patas arriba. Todo, salvo el jarrón chino, incómodo recordatorio de una época ominosa que, voluntariosamente, las nuevas generaciones pretenden enterrar, mientras la justicia procede a su exhumación.
Mucho más que su acreditada firmeza necesitará Pascal para reflotar el PDCat, desvinculándolo del pasado corrupto de CDC, mientras Mas siga como presidente. Solo cuando este dé un paso atrás y asuma sus responsabilidades pretéritas el partido podrá soñar con un futuro impoluto.
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