La encrucijada catalana

El 'procés', entre Rosa Parks y los capitanes de abril

Quienes aceptan que se compare a la mujer negra que en 1955 retó en EEUU al segregacionismo con el movimiento independentista banalizan el racismo

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JOSÉ A. SOROLLA

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El proceso soberanista catalán se ha querido presentar como una revolución. La «revolución de las sonrisas» se le ha llamado. Esta autodefinición olvida que las clases medias nunca han protagonizado una revolución, más bien han sido la base y el sustento de movimientos nacidos en el siglo XX que no sería educado recordar. Sería también un error compararlos con lo que sucede en Catalunya desde el 2012, aunque sea fundamentalmente un movimiento de clases medias.

'GRÂNDOLA, VILA MORENA' SUENA EN LA GENERALITAT

La última muestra de este empeño en comparar el proceso a una revolución ha sido el detalle de elegir la canción Grândola, vila morena para acompañar la entrada de Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau en el Palau de la Generalitat para ser recibidos por el president Carles Puigdemont tras finalizar el juicio sobre el 9-N. Mientras los tres juzgados entraban en la Generalitat, el carillón del Palau tocaba la canción de José Afonso que dio la consigna para que los militares portugueses iniciaran el golpe revolucionario del 25 de abril de 1974.

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Revolución es transgresión. Sin embargo, el nivel de transgresión de la «revolución de las sonrisas» es tan alto que ni siquiera es capaz de aceptar una performance en el Fossar de les Moreres, que el Ayuntamiento retiró el sábado después de que muchos revolucionarios incendiaran Twitter, como se dice ahora, indignados porque la manifestación artística, ideada por alumnos de la Facultad de Bellas Artes, había «profanado» el lugar sagrado de la resistencia de 1714. La misma intransigencia se había desatado ya antes contra unos urinarios colocados en el Born y contra la exposición sobre el franquismo.

LA COMPARACIÓN CON EL 'ANTIAPARTHEID'

Otro de los mantras del independentismo consiste en equiparar el movimiento secesionista a la lucha contra el apartheid. Lo volvieron a hacer Ortega y Mas el domingo en TV-3 al recordar el gesto de Rosa Parks,Rosa Parks la mujer negra que se negó a ceder el asiento de un autobús a un blanco en Montgomery (Alabama) el 1 de diciembre de 1955. Ortega, que la llamó Sara ParksSara, y Mas utilizaron el ejemplo para defender que a veces las leyes no se tienen que obedecer y para reivindicar actitudes de rebelión que acaban cambiando la legalidad.

Pero quienes compran esta comparación lo único que hacen es banalizar el racismo y el segregacionismo, uno de los peores crímenes contra los derechos humanos. Parks reclamaba con su gesto un derecho humano que se le negaba, algo que está muy lejos de la reivindicación política de la independencia de un territorio, por legítima que sea, en una situación democrática. España sigue siendo una democracia, defectuosa, pero democracia, por mucho que el conseller de Exteriors, Raül Romeva, declare en la revista belga Knack que «hace tiempo que España ha dejado ser un Estado de derecho» porque «no existe separación de poderes».

Rosa Parks y José Afonso se unen así a otros inspiradores del procés como Martin Luther King, Nelson Mandela o Mahatma Gandhi, todos ellos adoptados sin rubor por Artur Mas para una causa que desconocían.