Editorial
Después del viaje de Puigdemont
La conferencia del 'president' en el Parlamento Europeo no respondió a las expectativas creadas, pero tampoco fue una simple charla en el bar
El viaje del president para pronunciar una conferencia en una sala del Parlamento Europeo no ha respondido a las expectativas que había creado. No fue en ningún caso una convocatoria oficial de las instituciones y, a pesar de la numerosa asistencia, faltaron miembros significativos de la Cámara. La mayoría de los asistentes ya conocían sus planteamientos y los apoyaban de antemano, pues o bien eran eurodiputados de formaciones independentistas o bien eran simpatizantes de la causa. La conferencia tampoco fue una simple charla en el bar como algunos se precipitaron a asegurar antes de que se celebrase. Puigdemont y sus consellers supieron presentar con habilidad sus planteamientos e intentaron situarlos en el perímetro interior de la UE, lejos de las andanadas británicas y de algunos líderes centroeuropeos. El Parlamento es un espacio tolerante y respetuoso con la libertad de expresión que no necesita recurrir a las bravuconadas para desatender lo que no le parece razonable.
Actos como el de Bruselas ponen en evidencia la incapacidad de los gobiernos de España y de Catalunya para concretar el diálogo que dicen desear las dos partes. Al final, deberán convenir que se hace camino al andar y que solo sentados en la misma mesa se puede hablar. Las declaraciones sirven para romper el hielo, pero en el estadio actual es hora de ponerse a trabajar en lugar de jugar la partida allende de las fronteras.
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