GEOMETRÍA VARIABLE
Puigdemont y el 'teorema Forcadell'
No es sensato buscar el choque con el Estado cuando Catalunya está partida en dos mitades
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
JOAN TAPIA
El viernes 23 el presidente Puigdemont convocó una "cumbre" amplia de independentistas y soberanistas. El punto de unión era la exigencia de una consulta. Al finalizar afirmó que la prioridad de todos era conseguir un referéndum legal y pactado.
¿Era el inicio de una prudente "radualización" tras la admisión (a medias) por la vicepresidenta de que el PP se equivocó con el Estatut del 2006? ¿Estábamos ante un conato de rectificación lenta por ambas partes? ¿O fue solo el precio a pagar por la foto con Ada Colau y los 'comuns' y la sensación de ensanchar los apoyos?
Menos de una semana después, el jueves 29, tuvimos la respuesta cuando JxSí y la CUP afirmaban haber llegado a un acuerdo sobre la ley de transitoriedad jurídica --que permitirá abandonar la legalidad española y pasar a una ignota legalidad catalana-- pero ni se la comunicaban al Parlament ni la hacían pública para que no pudiera ser recurrida. Querer negociar un referéndum y al mismo tiempo acordar la ley de desconexión --la auténtica declaración unilateral de independencia, según dijo un día Marta Rovira-- es no solo una incoherencia, sino sufrir una notable desconexión cerebral.
Hay una explicación. Interesa la foto con Colau para la propaganda, pero no se puede faltar a lo prometido a la CUP de pactar la ley de transitoriedad antes de fin de año. El pragmático Puigdemont, que a veces parece un ambicioso negociante, quiere al mismo tiempo la foto con Colau y conservar su cuello. Y ese cuello lo puso Artur Mas en manos de la CUP hace ya un año.
LAS ENCUESTAS
¿Adónde conduce esta atolondrada incoherencia? Primero, a que el independentismo parezca cada día menos serio. Y menos inteligente. EL PERIÓDICO ya publicó hace poco una encuesta que les debió hacer repensar su estrategia ya que el 46% de los catalanes --muchos-- se sienten independentistas, pero no así el 51,6%. Y el mismo día en que se anunció el pacto de la ley de transitoriedad se conocía otra encuesta de nada menos que el Centre d'Estudis d'Opinió de la Generalitat que muestra algo similar: el 45,3% desea una Catalunya independiente pero el 46,8% no la quiere.
Y la adhesión al independentismo que --CEO 'dixit'-- llegó al 57% en octubre del 2012, tras la primera 'mani' multitudinaria del 11-S y en el punto mas fuerte de la crisis, tiende a la baja desde entonces.
¿Es sensato arrastrar a Catalunya a un choque de trenes con España, que puede tener desagradables consecuencias, cuando la mitad de los catalanes no quiere la independencia y un referéndum les partiría en dos mitades?
No, salvo confianza ciega en el 'teorema Forcadell': el Estado español siempre reacciona con soberbia e irrita. Meterá la pata y el independentismo no logrará la independencia --ni el referéndum, que no tendrá lugar-- pero sí repetir la raspada mayoría parlamentaria actual y seguir mandando en la Generalitat y TV-3. '¡Qui dia passa, any empeny!'
Pero, según el CEO, eso tampoco será fácil porque los independentistas sacan cuatro puntos menos que en el 2015 y se quedan en el 43,6%.
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