EL APRESTO DOMINICAL
A veces ser pobre es un lujo
Llega a España la cinta de François Ruffin que mezcla con maestría realidad y ficción y que fue un gran éxito entre los indignados franceses.
El documental 'Gracias, jefe' es un alegato contra la deslocalización de LVMH
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Josep-Maria Ureta
Periodista
JOSEP-MARIA URETA
Esta semana la revista Forbesnos ha hecho saber quiénes son los españoles más ricos, o sea el dueño de Inditex, Amancio Ortega, que el martes cobró 500 millones de dividendos de su empresa, y también los catalanes catalanes más ricos. Los Andic, Gallardo, Daurella, Carulla y Puig, presentes en las tiendas de gran consumo, junto a la primera editorial mundial de libros en castellano y catalán, los Lara de Planeta, y el tratante de sangre Grífols son las fortunas señeras catalanas. Con regocijo de las televisiones, Ortega quedó proclamado “una de las diez principales fortunas mundiales”, otro éxito español nacido en Galicia.
Los editores de la revista Forbes, que nadie ha leído ni tiene en su casa un ejemplar para darse importancia, sostienen también que Bernard Arnault es la segunda fortuna de Francia y tercera de Europa, porque su patrimonio (¿quién y cómo lo mide?) supera los 38.000 millones de euros. Arnault y familia son los dueños de 60 marcas de lujo global bajo el nombre LVMH, desde los bolsos Louis Vuitton (LV) hasta las bebidas de lujo (M de möet y H del coñac Hennesy), con otras marcas de ropa (Dior) y de perfumes y marroquinería como Loewe, de origen español.
Tanto glamour se viene abajo en cuanto se tiene la oportunidad de ver el documental Merci, patron (aquí, Gracias jefe,Gracias jefe con subtítulos en catalán y español), que está en las carteleras de cine españolas desde esta semana. Se presentó el jueves con la habitual modestia de medios. En España se hace cargo de la distribución una cooperativa (Compacto SCCL), apoyada por la experiencia del cineasta de culto y productor Aritz Cirbián. Que se expanda su visión ya solo depende del número de espectadores y cómo lo valoren los exhibidores.
La iniciativa del documental es del periodista francés François Ruffin, director de la publicación de combate Fakir, a quien los críticos de cine habituales se empeñan en presentarlo como "el Michael Moore francés", sin reparar de que Ruffin se parece mucho más a Jordi Évole. Lo que nos cuenta Ruffin, con todas las técnicas de las películas que te hacen creer que ves una historia ficticia --pero que en realidad es una historia real, ya que Serge, Jocelyne y su hijo Jérémy Klur existen y cuentan su propia experiencia-- es uno de los grandes males de Europa, su renuncia a ser un país industrial. La visión cortoplacista de Arnault y similares ha sido trasladar la producción a los países del Este de Europa. Ya no a China, que está más lejos y hay costes de transporte, sino a países de la UE como Polonia y Bulgaria.
El documental Merci patron llega a España precedido de una leyenda: se proyectó por primera vez en la Plaza de la República de París el pasado mes de abril y se convirtió en un referente de los indignados franceses,indignados que aquel mismo día decidieron no volver a su casa y convertirse en asamblea, lo que se denominó como la Nuit Débout la noche de quedarse en pie. No derivó en nada más que una decepción profunda por el mandato de Hollande. Las elecciones del año que viene en Francia aclararán el alcance de la protesta.
A Ruffin, sin pretenderlo ni conseguirlo, le salió en el 2015 un documental, aunque no lo es, porque tiene referencias dignas del To be or not to be To be or not to bede Lubitsch o Nueve reinasde Bielinski, por sus trazas de la burla sutil que tanto temen los poderosos. Basta con captar, con empatía, a un par de despedidos de una empresa de Arnault y hacerles protagonistas del engaño al patrón que entronca, por su perfecta ejecución, con las bromas teatrales españolas del siglo de oro. Hay momentos que cuesta aceptar que se trata, de verdad, de un documental. Tampoco lo es: en periodismo, solo se aceptan las trampas de grabación si se trata de una denuncia de ilegalidades. En lo que cuenta Ruffin, no hay ninguna violación de leyes vigentes en Francia. Pero muestra cómo el lujo de los pobres es ridiculizar a los ricos.
Pero eso sí: hay que ver este documental por lo mucho que explica, informa de lo que ya no se lee en diarios y encima consigue que se pase del cabreo a la carcajada en solo 84 minutos.
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