Gente corriente

«El reciclaje del oro es el más antiguo que existe»

Gemólogo y especialista en diamantes. Lluís Comín Vilajosana es creador y fan de arte portable, las pequeñas esculturas que se lucen y son únicas.

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CARME ESCALES

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Mesas orientadas al norte, pues la luz que viene de allí -explica este joyero- es la luz natural más blanca que nos llega, la idónea para clasificar el color de los diamantes. Esa luz atravesaba las ventanas de un aula en lo alto de la torre del reloj del edificio de la Universitat de Barcelona. En ella, aprendiendo secretos de piedras preciosas, Lluís Comín (Barcelona, 1958), completó sus estudios de arte y joyería de la Escola Massana. Con materiales nobles o sin ellos, este joyero de hoy con cimientos en el ayer -con 6 años ya practicaba el oficio junto a su padre- crea y promueve piezas de arte para lucir.

-¿Qué piezas de joyería hacía de niño? Por ejemplo, estiraba el material de una moneda de 10 céntimos, con una plancha y luego lo recortaba dándole formas, así jugaba a hacer joyas con 6 o 7 años. Pasé muchas horas en el taller y empezar a trabajar a los 17 años con mi padre, que era joyero -él se inició en el oficio a los 13-, fue para mí un proceso muy natural.

-La vida de posguerra, ¿daba para joyas? En la guerra también hubo vencedores. Por cierto, que del gran expolio de los perdedores nunca se habla. Mi padre había nacido el año 1927, fue un republicano exiliado en Argelès. Al acabar la guerra, volvió y lo cogieron de aprendiz en un taller de joyería.

-¿Y acabó abriendo su pequeño taller? Sí, y hasta hoy: 50 años de artesanía en joyería, totalmente familiar. Yo empecé con mi padre y ahora mi hija [de 27 años] trabaja conmigo. Estudió caracterización, pero eligió trabajar en el taller. Ahora ella me enseña, y yo, a ella. Mi esposa, y otra hija, diseñadora gráfica freelance, también ayudan. Entre los cuatro llevamos el negocio.

-En tiempo de crisis, grandes joyas no se lucen. Y, quien las tenga, a buen recaudo será. ¿Por qué tener joyas de oro si no se pueden lucir por miedo a un robo? En general, hay un valor emocional en las joyas que se guardan. Y hay quien las reconvierte en piezas más modestas que sí puedan lucir sin resultar ostentoso. Pero la mayoría de veces, el valor sentimental pesa más que el artístico. Ves aquella pieza y estás viendo a tu abuela, o a tu madre. El oro nunca se pierde, el reciclaje de este metal noble es el más antiguo que existe. Nadie lo ha desechado jamás, desde miles de años atrás. A no ser de alguien que se despiste perdiéndolo en la tierra, por ejemplo, siempre estará en manos de alguien.

-Es usted joyero a la antigua usanza. En su taller hay herramientas antiquísimas, y no como reliquia de museo. Las utiliza. A una le tengo gran cariño -su foto abre su Facebook personal-, es un alicate que mi padre compró, ya de segunda mano, cuando él tenía 30 años, y con sus empleados del taller, se referían a ella como la puta, porque se la pasaban de uno a otro. Yo la uso aún, está soldada y reparada por todas partes, pero va muy bien. Lleva 80 años trabajando sin parar. A veces le digo a mi hija, en broma, cuando me muera, enterradme con la puta.

-Con ella hace joyería contemporánea, arte portable o nómada (www.comin-joieria creativa.com). ¿Cómo lo presenta? Imagina una escultura que realizas para poder llevar en el cuerpo. Tiene un valor artístico y toma sentido en relación a la figura de quien la luce. Que incorpore elementos nobles o no es lo de menos, importa que sea arte, que en la pieza dejes algo de ti, y que sea única. En el Museu de Montserrat, junto a obras de Caravaggio y Ramon Casas, hay expuestos algunos broches míos que lo son, y hasta el 31 de octubre, en la joyería (avenida de Mistral, 66), 13 artistas internacionales exhiben piezas de arte portable.

-¿De dónde proceden? De Italia (Gigi Mariani); México (Jorge Manilla); Escocia (Judy McCaig) y de aquí, gente como Ramon Puig, que fue profesor mío en Massana y ahora se acaba de jubilar.