Editorial

La xenofobia está en alza en Alemania

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Hace un año, cuando la crisis de los refugiados no se había producido, nacía en la ciudad alemana de Dresde el movimiento Pegida, de clara tendencia ultraderechista, con el objetivo de defender a la Europa cristiana de una supuesta islamización. La actual crisis va como anillo al dedo a esta formación islamófoba, pero Alemania es un país que ha aprendido varias lecciones de la historia. La determinación de la cancillera Angela Merkel de mantener la puerta abierta (o semiabierta) a los refugiados sigue contando con el apoyo mayoritario de la población, aunque este sostén no sea hoy tan masivo como el registrado en los momentos álgidos de la crisis, que era fruto de la carga emocional que aportaban las dramáticas imágenes de los damnificados.

Es cierto que en Alemania hay grupúsculos o energúmenos dispuestos a utilizar la violencia contra los refugiados. Los incendios en varios centros de asilo o el apuñalamiento, el sábado, de una dirigente política local partidaria de acoger a los refugiados ponen de manifiesto la existencia de estas franjas de xenofobia en el país germámico. Por fortuna, la ultraderecha alemana está muy fragmentada. A diferencia de cuanto ocurre en Francia con el Frente Nacional, en el Reino Unido con el UKIP o en algunos países nórdicos, las fuerzas xenófobas alemanas no logran marcar la agenda política de Berlín. Aun así, no se puede bajar la guardia, y si hay un país que lo sabe es precisamente Alemania.