Editorial
La lista que quería Mas
El acuerdo entre Convergència y Esquerra, junto a las entidades soberanistas, ha acabado siendo una realidad, pese a que hasta hace muy poco parecía muy improbable. Ante todo hay que señalar que se trata de una opción tan legítima como las de otras fuerzas políticas que también buscan alianzas o confluencias. No hay duda de que el formato acordado se parece mucho al propuesto por Artur Mas el 25 de noviembre del 2014, descartado por los otros partidos y las entidades el 14 de enero. A ERC, pues, le corresponde explicar por qué entonces rechazó la lista unitaria que ahora abraza. La necesidad de preservar el pluralismo ideológico, la confrontación entre los modelos socio-económicos y la lucha contra la corrupción fueron tres argumentos esgrimidos por los republicanos a la hora de defender las listas separadas. ¿Significa que todo esto pasa ahora a un segundo plano?
Si hace unos meses las encuestas vaticinaban un retroceso de CDC y justificaban la insistencia de Mas en la lista conjunta, ahora diagnostican un estancamiento de ERC ante la irrupción de la izquierda alternativa. Este motivo puede explicar cambios de criterio como que las listas separadas podían sumar más votos, que el 27-S no debía ser un plebiscito sobre Mas o que una candidatura sin políticos era más plebiscitaria. Además, si se confirma que el pacto supone que el candidato a la presidencia no sea el cabeza de lista -un independiente-, sino Mas, parece obvio que ERC le concede el liderazgo del procés.Hecha su apuesta, los firmantes del acuerdo deben aclarar ahora qué considerarán como un triunfo independentista: si solo la victoria en escaños o también en votos. Deben ser, además, muy claros para explicar si tomarán decisiones unilaterales que puedan ser impugnadas por el Estado, si acatarán o romperán la legalidad, y cómo llevarán adelante su proyecto si ni el Estado quiere negociar ni Europa fuerza una negociación.
En estos momentos delicados nadie debe olvidar que por encima de discrepancias es imprescindible preservar la convivencia dentro de una sociedad plural por naturaleza. Y es de desear que el Gobierno que salga de las próximas elecciones generales sea sensible al deseo una parte importante de la sociedad catalana de establecer un modelo más respetuoso con las singularidades nacionales, lingüísticas y económicas de Catalunya.
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