Absurdo instante de obcecación
Pasó Sant Jordi y el proceso soberanista sigue dando tumbos para desesperación de la ANC, que el año pasado vaticinó que ese sería el día para proclamar la república catalana. Desde entonces el clima de opinión ha cambiado sustancialmente. Los articulistas que antes escribían que el proceso hacia la secesión ya no tenía remedio ahora lo consideran desencaminado y hasta absurdo. El 9-N fue una victoria personal de Artur Mas por su astucia en llevarlo hasta el final, pero puso a las claras dos cosas. Que era falso que el 80% de los catalanes quisiera decidir tal cosa y que no existe una mayoría social independentista. La radiografía de la consulta, en cuanto a participación y resultados por municipios, desveló que la secesión era la respuesta egoísta de las clases medio altas urbanas en alianza con el nacionalismo identitario de las comarcas interiores. Lo absurdo era que desde la izquierda se bailara a la comba del derecho a decidir. Pues no permitía que el debate social aflorara en Catalunya con la intensidad que lo hacia, por ejemplo, en Madrid contra las privatizaciones y los recortes, y servía para tapar la desastrosa gestión de las finanzas del Govern o la corrupción de la etapa Pujol.
Las declaraciones de este miércoles del 'president' fueron una bala contra ERC y un aviso a los suyos de que el 27-S está en el aire a la mínima que las circunstancias cambien. Fueron contradictorias con su insistente campaña internacional de las últimas semanas para difundir el carácter plebiscitario de esas elecciones. O, tal vez, el reconocimiento implícito de su estrepitoso fracaso. El problema, pues, no está en la realidad sino en la psicología de Mas, que se resiste a reconocer que ha emprendido un viaje a ninguna parte, entre otras razones porque siempre creyó que, aun fracasando, le iba a salir gratis. Ayer echó mano de la heroicidad del santo contra el malvado dragón que no deja que Catalunya sea libre. Un ejemplo más de la ofuscación en la que vive el nacionalismo.
Pero los problemas biográficos pueden fácilmente convertirse en desastres colectivos. En Catalunya la historia parece a punto de repetirse. El exdiputado socialista Joan Ferran ha tenido el acierto de recogerlo en 'Esperando a Noé', un entretenido libro que, en base a lo publicado en el diario popular y republicano 'El Diluvio', pone de manifiesto cuánto se parecen nuestras circunstancias a lo sucedido en octubre de 1934. "La estrechez de miras, el desconocimiento absoluto de la misión que corresponde a Cataluña en España son defectos de los dirigentes de nuestro gobierno autónomo. En esta hora solemne de nuestra historia, lo que ante todo y sobre todo procede antes de emprender la nueva senda es devolver al país el sosiego, la paz perturbada por unos equivocados en un absurdo instante de obcecación". Léanlo.
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