Un referente político

La Mancomunitat, lejos y cerca

Al catalanismo se le presentó una oportunidad de actuar de forma efectiva en 1914 y la aprovechó

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MARÇAL SINTES

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Enric Prat de la Riba era perfectamente consciente de ello. Se dio cuenta desde el primer instante de la conexión entre 1714 y 1914, fechas que este año recordamos. Si 1714 significó el final de un determinado orden de cosas, el derrumbe de un mundo, en 1914, 200 largos años después, Catalunya empezaba a recuperar parte de lo que había perdido con la derrota, de lo que había sido arrasado tras la que fue una defensa, la de Barcelona, tan noble y heroica como suicida. Ciertamente, la Mancomunitat de Catalunya no ofrece, a la hora de las conmemoraciones, las dosis concentradas de épica y dramatismo que nos brinda la guerra de sucesión, y más concretamente la caída de Barcelona. No obstante, la Mancomunitat, la ingente y ejemplar obra que llevó a cabo, sirve de demostración fehaciente de que el catalanismo no es solo un resorte defensivo o resistencial, sino que puede ser también una fuerza positiva muy valiosa, capaz de construir, de servir eficazmente al bienestar común y orientar al conjunto del país en la buena dirección.

EN 1914, con el nacimiento de la Mancomunitat, recomenzaba, pues, el futuro. Al catalanismo moderno se le presentaba la oportunidad de actuar de forma efectiva, concreta, sobre el país, un país que quería mejor, moderno, que mirara a Europa. La oportunidad no la desaprovechó en absoluto. La Mancomunitat, que suponía la unión de las cuatro diputaciones provinciales -una posibilidad de autogobierno que en ningún otro lugar de España fue aprovechada-, no recibió ni fondos ni competencias añadidas por parte del Estado. Sin embargo, tal como recordó el president de la Generalitat, Artur Mas, los hombres y las mujeres que llevaron adelante la tarea de la Mancomunitat lograron una verdadera revolución con muy pocos recursos y en muy poco tiempo (apenas 10 años, si los contamos hasta la dictadura de Primo de Rivera; un poco más, si consideramos que la Mancomunitat no sería disuelta hasta 1925).

La Mancomunitat hizo mucho y lo hizo casi todo muy bien. Tanto es así que un montón de aquellas realizaciones

-carreteras, hospitales, escuelas, bibliotecas, comunicaciones, normativización lingüística- han perdurado hasta nuestros días. ¿Qué es lo que explica el éxito espectacular de la Mancomunitat? ¿Qué enseñanzas podemos sacar, en el 2014, de aquel fértil impulso de hace cien años?

Prat de la Riba era un hombre de ideas. Más de despacho y escritura que de grandes proclamas públicas o mítines partidarios. El primer acierto del líder de la Lliga fue, justamente, llevar a cabo algo que hoy se hace difícil imaginar. Prat de la Riba se esforzó en reunir en torno a él -el de Castellterçol estaba especialmente dotado para el pacto- a aquellos que pensaba que podían ser útiles a su proyecto aunque no fueran de su misma cuerda. Un proyecto que era modernizador y europeizante y también nítidamente catalanista, dado que buscaba unir al país, la nación, más allá de la provincialización y dotarlo de lo que hoy llamamos estructuras de Estado.

Prat de la Riba fue al encuentro de las personas que destacaban en los distintos campos en que se proponía actuar. Pero además de las personas -un auténtico Govern dels millors-, y tan importante como ellas, Prat, bautizado por Eugeni d'Ors como «el seny ordenador» de Catalunya, disponía de un plan. Un plan que, y eso es lo que le daba su verdadera fuerza, respondía a una visión y a unos objetivos largamente incubados, los cuales, además, garantizaban la coherencia del conjunto.

APARTE DEL equipo humano y de la planificación, Prat y su sucesor, Puig i Cadafalch, demostraron poseer la determinación necesaria para ejecutar, para convertir en realidad, lo que al principio existía solo sobre el papel. El gusto noucentista por el orden lo encontramos, y de manera muy expresiva, en la manera en que la Mancomunitat consignó -con pulcritud ejemplar- todo lo que llevaba a cabo, que fue muchísimo. Así, por ejemplo, como podemos comprobar en la exposición sobre la Mancomunitat en el CCCB, los registros de actividad eran continuados y exhaustivos. Igualmente por lo que respecta a la documentación fotográfica, de manera que hoy disponemos de una ingente colección de imágenes, de gran belleza y un valor incalculable, sobre la acción de la Mancomunitat.

Excelencia, visión, objetivos, planificación, determinación en la ejecución y rigor en el seguimiento, registro y control -lo que los ingleses llaman accountability-. Sin todo ello, el proyecto modernizador y catalanista de aquella gente no habría sido lo que fue ni recibiría el reconocimiento y la admiración que muy justamente recibe hoy, pasados cien años del inicio de su labor. Cien años que pueden parecer muchos y a la vez muy pocos.