análisis

Los desafíos de Bachelet

ANTONI TRAVERIA

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Michelle Bachelet se enfrenta al gran reto de cautivar a los ciudadanos para evitar que la apatía política quede enquistada. Bachelet tendrá cuatro años para revertir esta compleja situación. Un significativo porcentaje de electores ha preferido abstenerse de participar en estos comicios como consecuencia, en parte, de la pérdida de credibilidad de los dirigentes políticos. Chile precisa el gran cambio en las estructuras políticas de un Estado maniatado por las limitaciones impuestas por una Constitución de la dictadura, nacida y pensada en 1980 para, precisamente, condicionar cualquier avance de la democracia.

A pesar de que la amplia coalición de centroizquierda tiene mayoría absoluta tanto en el Congreso como en el Senado, no será suficiente para anular, ni tan siquiera reformar, la Constitución sin el concurso del partido menos extremo de la derecha extrema chilena. Renovación Nacional tendrá la llave, pero en el caso de oposición a este imprescindible cambio, no habría otro camino que convocar un referendo para que el voto soberano permita suprimir los perversos preceptos que han impedido el avance y la profundización de la democracia desde la recuperación de las libertades en 1990.

Bachelet sí podrá, en cambio, aprobar la imprescindible reforma educativa; por medio del aumento de impuestos a las corporaciones empresariales para financiar la enseñanza universal de calidad, el gran reclamo desde el 2011 de las masivas manifestaciones estudiantiles. Tres de aquellos jóvenes líderes pingüinos han sido elegidos parlamentarios, entre ellos la carismática Camila Vallejo, y junto al Partido Comunista se disponen a tener un papel vigilante del cambio comprometido.

Los niveles de pobreza se han reducido del 45% al 14% en los últimos 23 años, pero más de la mitad de chilenos sobrevive con 400 euros mensuales, con enormes distancias entre ricos y pobres. Desafíos de enorme complejidad para una presidenta que ha logrado renovar la confianza de millones de chilenos, esperanzados en que, esta vez sí, la energía de Bachelet vencerá al desánimo.