pericoscopio
Tenemos motivos (para el optimismo)
Un empate a cero tiene casi siempre algo de tristón, sobre todo si tu equipo jugaba en casa y crees que tuvo oportunidades para meter algún gol (en estos casos se suelen recordar más las opciones propias que las del rival). Además, hace ya muchos años que un empate está más cerca de una derrota que de una victoria; ya casi nadie recuerda los tiempos en que por ganar solo te daban dos puntos (los cromos de aquellos tiempos andan ya medio descoloridos). Salir del campo sin haber visto ni un gol suele dejar al aficionado con un rictus de desencanto, como el estudiante que aprobó la selectividad pero no sacó suficiente nota para matricularse en la carrera que deseaba.
Así andábamos más o menos los periquitos ayer, después del partido contra el Betis, lamentando no haber tenido algo más de suerte en algunas jugadas ante la portería rival. Sin embargo, tenemos algunos motivos para compensar ese. Ante todo, el hecho mismo de poder comentar si tal remate o tal internada dentro del área podría haber terminado en gol ya da idea de que el equipo demostró actitud y calidad para haberse llevado el partido. En realidad, es mucho mejor poder comentar los «casi» que respirar por los «menos mal», aunque en el momento del pitido final no lo parezca.
En segundo lugar, también ayuda a ver las cosas con ilusión que las jugadas de estrategia ya no se cuenten como peligros en la puerta propia sino como opciones reales a favor que el público aplaude como medio gol, al estilo de los ingleses. Será mérito del entrenamiento de Aguirre, serán talentos individuales como esa cabeza de David López, pero la palabra córner ya no nos aterra como hace apenas un año.
También estamos animados porque no se va a cumplir la profecía funesta de «fichajes de segunda, equipo de segunda». Ya hemos citado a David López, pero hay que prestar atención a la conexión Lanzarote-Thievy, a la que de momento solo veremos en la media hora final -algo muy comprensible-, pero que nos puede alegrar bastantes desenlaces de partidos.
Al margen del juego, hay al menos tres motivos más para estar hoy contentos del Espanyol: uno, los abrazos que recibió Verdú de sus excompañeros al final del encuentro me parecieron una muestra encomiable de deportividad y compañerismo. No entendí nunca a los barcelonistas cuando se obsesionaron con Figo, y del mismo modo no entiendo los silbidos a un profesional por haber tomado una decisión legítima. Dos, la decisión de la grada de homenajear a Miki Roqué como se hace con Dani Jarque. Eso sí es un gesto emocionante. Y tres, por supuesto, la victoria de las chicas del Espanyol contra el Barça en la final de la copa Catalunya: hay que hacer más caso al fútbol femenino.
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