Del referendo y las cartas marcadas

Xavi Casinos

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¿Desea usted que Catalunya sea un nuevo Estado de la UE? Resulta que esta es la pregunta que haría Artur Mas en un referendo o consulta secesionista en Catalunya. No sé si al president le gusta jugar al póquer o la brisca o la butifarra (por citar juegos más autóctonos), pero hacerlo con las cartas marcadas es siempre trampa, aunque en lugar de decir cartas marcadas se diga algo así como naipes transicionalmente identificados. Es evidente que la pregunta induce claramente a un como respuesta. Ya puestos podríamos añadir a un nuevo Estado de la UE: que no sufra la crisis económica, en el que los catalanes gocen de pleno empleo y un bienestar que será hasta la envidia de los países escandinavos. La pregunta tiene más trampas. Si la independencia de Catalunya significara de entrada la salida de la Unión, ya tendríamos el argumento para parar el proceso. Muy hábil.

Si antes de empezar, el primer punto de partida para redactar la pregunta ya es tan ambiguo, imaginen cuando se negocie con el resto de partidos. Acabará saliendo uno de esos engendros transaccionales en los que uno no sabe realmente qué está votando. Hay que ser más serios. Cuando el debate sobre el futuro de Catalunya ha llegado a un extremo tan maniqueo como el actual, la pregunta solo puede ser una: ¿Desea usted que Catalunya sea un Estado independiente? Así de claro, sin retóricas, sin putes ni Ramonetes. Sin adulteraciones ni tuneados.

Todo este debate sobre el referendo lo que está sacando realmente a relucir no es tanto la crisis del modelo de Estado, sino una más profunda que afecta a los cimientos mismos de la democracia. ¿Puede un demócrata impedir que se consulte a los ciudadanos sobre una cuestión tan trascendente para el futuro del país como la que nos ocupa? ¿Pueden hacerlo cargos electos o parlamentos, extralimitándose en su representación --temporal-- de la soberanía nacional que el pueblo --verdadero depositario--les ha cedido? Y esto está por encima de independentistas, centralistas, izquierdas, derechas, nacionalistas e iberistas. Es una cuestión de simple ejercicio democrático.

Uno acaba concluyendo que al final de toda esta escalada de proclamas secesionistas, manifestaciones, españolizaciones de estudiantes catalanes, comparativas con el nazismo y demás milongas no hay más que estrategias de unos y otros para recolectar votos y que el 25 de noviembre CiU y PP habrán superado las elecciones sin que su nefasta política de recortes les pase factura alguna. Al contrario, aún dirán que los ciudadanos se las avalamos.

Y seguirán jugando con las cartas marcadas.