Gente corriente

Enia Mora: «A veces solo eres solidario cuando sales de tu casa»

Comprometida con África. Dudosa de las oenegés, tras un viaje decidió dejar de mirar y pasar a la acción.

Enia Mora.

Enia Mora.

GEMMA TRAMULLAS

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Con el alto el fuego del 2006, muchas oenegés abandonaron Uganda, dejando tras de sí un país devastado por la guerra y montañas de material inútil, como miles de máquinas de coser. Empleada en una multinacional, Enia viajó al norte del país y lo que vio la llevó a comprometerse con una asociación local.

-Del despacho de una multinacional al norte de Uganda. ¡Un abismo!

-Es muy bestia, sí. Hace tres años fui por primera vez a África en un viaje entre turístico y solidario en el que visitabas proyectos de varias oenegés. Dormíamos en poblados y podías interactuar mucho con las personas: ver su día a día, jugar con los niños, hacer las tareas diarias de la casa, ir a buscar agua...

-Después de un viaje así, ¿cómo vuelves a la comodidad de tu casa?

-Siempre sentí que mirar no era suficiente. Volví enamorada de la gente y dispuesta a encontrar mi propia manera de ayudar.

-No sería por falta de oenegés...

-Al año siguiente fui a Etiopía con una oenegé pequeña, pero no me gustó su manera de trabajar.

-¿Por qué?

-Estaban allí para satisfacer su necesidad de sentir el agradecimiento de la gente. Llegaban, dejaban un material, y no preguntaban qué necesitaban realmente. Para mí es imprescindible que haya unfeedback, que no decidas tú cómo ayudar.

-Si a usted no la impulsa sentir ese agradecimiento, ¿por qué lo hace?

-Es el trato con la gente lo que me gusta. El intercambio de experiencias y de emociones me enriquece.

-¿Quiere decir que es más lo que le aportan ellos que lo que les pueda aportar usted?

-No me gusta poner en una balanza lo que aporto y lo que recibo como persona. En una relación no estás ponderando lo que das y lo que te dan, tiene que ser algo más natural.

-A menudo ayudamos a personas que están a miles de kilómetros y pasamos olímpicamente del vecino.

-A veces solo eres solidario cuando sales de tu casa. Aquí no valoramos a la persona como ser individual. A los africanos esto les sorprende mucho: «Es como si fuérais invisibles, no os comunicáis, no tenéis contacto, no os ayudáis», te dicen. Ese interés por la persona que tienes al lado es algo que nosotros hemos perdido.

-¿La solidaridad es propia de los humildes? ¿No está idealizando?

-Es que no es solidaridad, es compartir, porque es su única manera de salir adelante. A mí lo que me sorprende de esta gente es su capacidad de transmitir felicidad en situaciones muy críticas. ¿Qué condiciones necesitas tú para ser feliz aquí?

-Al final decidió colaborar en un proyecto local.

-Para mí no es un proyecto; hablar de proyecto me parece frío e impersonal. Para mí son los niños de la Northern Uganda Community Based Action for Children with Disabilities (NUCBACD). Yo pienso en Daniel, en Francesa, en Patrick..., con los que hemos convivido y jugado.

-¿Y dónde está la diferencia con otras oenegés?

-Teddy Ayoo, la directora de esta escuela que acoge a 130 niños discapacitados, vive con ellos las 24 horas, los 365 días del año. Es ella quien nos dice qué necesidades tiene y nosotros buscamos los fondos aquí,

-¿Nosotros?

-Empezamos a trabajar dos personas hace diez meses. Mi función es plasmar sobre el papel aquella realidad que nos conmovió para poderla comunicar a nuestro entorno y recoger aportaciones de familiares, amigos y conocidos. Cada vez que hacemos una transferencia mandamos fotos y artículos que envían desde Uganda para que la gente vea qué se hace con su dinero.

-¿Cuánto han recogido?

-Hemos hecho siete transferencias por un importe total de 18.800 euros, que han servido para acabar un edificio de aulas, garantizar la alimentación de los niños y pagar la instalación eléctrica. En junio organizamos un mercadillo y una cena solidarios y reunimos 25.000 euros.

-¿De qué sirven tantas pequeñas acciones cuando hay mil millones de personas que pasan hambre?

-Quien puede poner remedio de manera inminente a este genocidio televisado son los dirigentes del primer mundo, tomando medidas como la condonación de la deuda. Pero esto no exime de la responsabilidad como ser humano de cada uno de nosotros. Yo dejé de ser espectadora y pasé a la acción con una iniciativa modesta, sí, pero que llega directamente allí donde se necesita y en la que el valor de la vida de una persona da sentido a todo el esfuerzo.