La entrevista CON José Manuel Ferrater, Fotógrafo de moda

José Manuel Ferrater: "El glamur tiene que ver con la sinceridad"

Tras 40 años firmando portadas de las revistas internacionales más prestigiosas, pinta. Ayer inauguró exposición en la galería Imaginart de Barcelona.

José Manuel Ferrater: "El glamur tiene que ver con la sinceridad"_MEDIA_1

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NÚRIA NAVARRO

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--Una vida de flases, de piernas kilométricas, de ropa carísima...

--He trabajado unos 100 días al año durante los últimos 40 años.

--Entonces sabrá decirme en qué consiste el glamur.

--Tiene que ver con la sinceridad.

--¿...?

--Lo tienen aquellas personas que, al mirarlas, dices: "¡Coño, lo que estás viendo es maravilloso!". No importa que haya arrugas buenas, que son las de reír de felicidad, las de amar...

--Pues en las portadas no abundan las mayores de 30.

--El de la moda es un negocio en el que tienes que convencer. Y ante los ojos de un mundo aculturizado, lo más fácil de entender como objeto del deseo es una chica de 16 años de jugosos labios. Luego ves que...

--¡Ay, que ahora dirá aquello de que la belleza está en el interior!

--La mente hace a un cuerpo bello, efectivamente. Cuando trabajo con modelos miro a sus ojos no a sus tetas. Soy un sacerdote oficiando.

--Ha visto usted la perfección.

--He trabajado con las mejores. Con Campbell, Schiffer, Crawford... Aunque yo tengo mis mejores. Me gusta hacerlas mías. Mía fue Olatz López Garmendia, la actual mujer de Julian Schnabel. Lo fueron Judith Mascó, y Vanessa Lorenzo. Una top es aquella que tiene belleza y es capaz de explicarla. Hay que enamorarla, porque su energía es la tuya.

--Son las diosas de la modernidad.

--Son arquetipos que responden a una necesidad contemporánea. Unas veces esa necesidad es el sexo; otras, la oscuridad, o la elegancia. Hasta hace poco funcionaban las mujeres fuertes, con temperamento. Ahora importa que no las veas.

--¿Y eso?

--Los diseñadores se arrepintieron de la época de los siete monstruos. Ya sabe, Evangelista, Schiffer, Campbell... Todo el mundo reconocía a la modelo y al fotógrafo, pero nadie sabía para qué diseñador trabajaban. Ahora quedan dos: Kate Mosse y Gisele Bündchen. Y con la equiparación de hombre y mujer, el mundo camina hacia lo andrógino.

--Total, ¿qué es la belleza?

--¿Le puedo leer un trozo de una poesía mía?

--Adelante.

--"Convertiré tu mano en zarpa de hierro / su fuerza maquillará tus ojos con acero / te ofreceré martas cibelinas / para borrar la verdad de tu sonrisa / te regalaré otra memoria / para que mientas sin saberlo...". ¿Le sirve?

--No mucho.

--La belleza es tentación.

--A usted llegó un punto en que le tentó la pintura.

--En 1990, después de 15 años trabajando fuera para Donna, Mondo Uomo, Glamour, los Vogue europeos y el Arena en Londres, sentí insatisfacción. Me estaba quedando vacío.

--Vio que el mundo era otra cosa.

--No exactamente. Yo tengo mucha fuerza y creía haber hecho fotos con mucha fuerza. Pero incluso cuando hacía mi mejor foto, esa que todo el mundo aplaudía, veía que le faltaba algo. Necesitaba ir más allá. Y un día tuve una revelación.

--¿Celestial?

--Leí una entrevista a Francis Bacon en la que le interrogaban por las otras artes. "¿Y la fotografía?", le preguntó el periodista. Y él respondió: "No llega".

--"No llega".

--¡Era eso! ¡La fotografía no llegaba! Volví a dibujar. En libretas. Y empecé a coleccionar arte primitivo. Compré piezas desde Borneo a África, donde tiempo atrás había cazado búfalos, poniéndome en peligro de muerte tres veces al día... Decidí que mi camino era el arte, vendí los rifles y nunca volví a cazar.

--¿Y?

--En una ceremonia de vudú, en Benín, hice fotos a unos niños. Al volver empecé a pintarlos, obsesivamente, en las casas que mi hermano, Carlos, me hizo en el Empordà y en las Casas de Alcanar. Cuando me cansaba de los niños de Benín, pintaba autorretratos. Pero los niños y los autorretratos se fueron mezclando. Y empezaron a aparecer aguijones, cruces, sotanas, serpientes...

--Siga, siga.

--¡Estaba pintando mi infancia desde mi vejez! Salían los siete años en los jesuitas de Sarrià. Un periodo durísimo, de los 7 a los 14 años. Y fui a buscar a los escritores oscuros para desencriptar lo que me estaba pasando. Miércoles de ceniza, de T.S. Eliot; Las olas, de Virgina Woolf; Bajo el volcán, de Malcolm Lowry; El corazón de las tinieblas, de Conrad. Al final estoy en paz con la fotografía. Ya he sacado mis monstruos. En la pintura encontré todo lo que buscaba.

--A los 60 años. No está mal.

--Es ahora cuando siento que puedo disparar con la cámara, con el pincel, con el lápiz.