CALLEJONES CON SALIDA
10 pasajes con encanto de Barcelona
Encuentra nuevos estímulos en los lugares de siempre. Piérdete por los recovecos del callejero. Aquí van los más reveladores paseos por los afluentes urbanos
Más que nunca, necesitamos encontrar nuevos estímulos en los lugares de siempre. En busca de perspectivas diferentes, nada como adentrarse en alguno de los pasajes escondidos en nuestro callejero.
Esos estrechos corredores entre avenidas representan el fuero interno de la ciudad. Cuando atravesamos uno de estos afluentes urbanos nos asalta una sensación de recogimiento y otredad.
Dejamos atrás un mundo obtuso y ruidoso para entregarnos a un tránsito de descubrimiento entre viejos adoquines, fachadas, arboledas y verjas que guardan historia.
1. Mallofré
Susurros de luz
Es poner un pie en este histórico pasaje de Sarrià, y no saber dónde mirar a cada instante. Es necesario detenerse y volver sobre los pasos para no perder detalle desde el momento en que accedemos, pongamos, desde Major de Sarrià.
Atravesamos el primer tramo cubierto con sus encantadoras vigas verdes y el techo arqueado. Antes de llegar a la luz que se adivina adelante, se abre una primera abertura al cielo, que descubre una galería de ventanas engalanadas de plantas y coincide con una formidable puerta rústica, rematada con una pequeña farola y dos encantadores buzones clásicos.
Después de otro leve tramo techado llegamos a la parte principal descubierta, una curvita sensacional donde las baldosas se vuelven coloradas, con una pared frondosamente cubierta de hiedra a la izquierda y tres magníficas puertas con sus correspondientes jardines a la derecha. Imposible no embobarse admirando los tonos ocres y vivos de fachadas y balcones, más la voluptuosa vegetación que se desparrama por las vallas. O simplemente saborear la calma del lugar, un paraíso que se atraviesa en silencio.
Sorprende saber que este encantador vial existe gracias a un proto-ejercicio de especulación inmobiliaria de la Barcelona novecentista: en 1850 el banquero Josep Mallofré se aprovechó de la falta de recursos de un grupo de arrieros para adquirir el terreno en una subasta. Mandó derribar los edificios existentes y construir las tres casas con jardín actuales, con un pasaje para comunicarlas.
2. Mercader
Un oasis evidente
Las posibilidades de fascinación se multiplican a la enésima cuando recorres esta callecita que une Provença y Mallorca en la bulliciosa área que va de Rambla Catalunya a Balmes. En el pasaje de Mercader el tiempo se detiene entre palacetes y casas modernistas. Es todo tan insoportablemente bonito que reventarías de stories tu Instagram.
Durante una época recibía las colas del olvidado Cine Miria, y fue conocido como el pasaje de la salud, por la cantidad de consultas médicas que acogía. Ahora solo queda un centro de CatSalut, pero estarás en forma si el bolsillo te da para alojarte en Murmuri Residence Mercader, o visitas la Galería Zielinsky, emplazamiento ideal para el arte contemporáneo. También es recomendable simplemente pasear dando canturreos entre sus naranjos, con la mirada puesta en cada detalle de sus aristocráticas fachadas.
Personalmente, cruzo Mercader de manera obsesiva, buscando <strong>cualquier excusa</strong> para seguir soñando con el día en que pueda volver a sentirme como un lord en el jardín de la coctelería Belvedere, y recordando la exquisitez de cenar en <strong>El Mercader de l’Eixample</strong>.
3. Concepció y Permanyer
Dos formas de cruzar el Eixample
De vez en cuando, la obstinada cuadrícula del Eixample guarda pequeños meandros para olvidar el atropello urbanita. Removamos ese aire bucólico por un momento: propongo un combate entre dos de los más célebres pasajes del margen derecho de este gran barrio. A un lado del ring, encontramos el afamado pasaje de la Concepció. Al otro, el singular pasaje de Permanyer.
El primero une las avenidas más esplendorosas de la ciudad, paseo de Gràcia y Rambla de Catalunya. Más allá de alojar una <strong>residencia de estudiantes</strong> que te hace desear volver a las aulas, se ha convertido en un corredor gastronómico por excelencia. Centro de operaciones del<strong> grupo Tragaluz</strong>, este callejón acoge <strong>8 restaurantes y una coctelería de altos vuelos</strong>. Todo proximidad, todo autor, todo caro.
Por su lado, el pasaje de Permanyer ofrece un paseo tranquilo entre eclécticas casas bajas de inspiración británica, con escaleras y pequeños jardines. El empedrado, las buganvilias y las rejas a ambos extremos de la calle acaban de rematar la sensación de exclusividad. En ese combate entre la vanguardia gastronómica y la evocación inglesa, ¿por qué pasaje apostarías?
4. Bacardí
Espejismo industrial
Parece mentira cómo un breve pasadizo ubicado en la parte más turística de la ciudad pueda causarnos aún semejante síndrome de Stendhal.
Atravesar este onírico conducto de vidrio y hierro es como entregarse a un espejismo de hollín. El primer pasaje cubierto de Barcelona se inauguró en 1856, cuando Ramón de Bacardí encargó al arquitecto <strong>Francesc Daniel Molina</strong> dar rienda suelta a su imaginario parisino para unir la Rambla con la plaza Real, en el solar del antiguo convento de los Capuchinos.
La ceremonia de la mirada se repite cada vez que regresamos: levantar la cabeza primero hacia el fascinante puente cubierto que lo cruza, advertir después las pequeñas estatuas que nos contemplan desde las fachadas, y finalmente perderse en pensamientos frente a los adornos en madera sobre las persianas de esas antiguas boutiques que antes representaban el mayor lujo de la ciudad.
Hoy en día no quedan restos de las pinturas de aves tropicales que adornaban la bóveda acristalada que cubre el pasaje. La luz incide llana sobre el vidrio y el metal, rematando ese escalofrío de distopía steampunk.
5. Manufactures
Cielos de neón
Aunque resulte encantador de día, este túnel delirante puede resultar adictivo para los noctámbulos. En las horas en que el sol se pone, acceder desde Sant Pere Més Alt a ese vestíbulo donde un rótulo de neón multicolor difumina la realidad y da inicio a un paso entre baldosas en mosaico, techos de cerámica y esos hipnóticos ventanales de <strong>Flax and Kale</strong>, es todo un viaje electrizante.
La extrañeza se multiplica al acercarse al acceso a la calle Trafalgar, donde unos peldaños infinitos evidencian una cuesta geológica, que hace pensar en acantilados de otros tiempos. Ese desnivel de cuatro metros que une el Born y el Eixample es una muestra orográfica del salto en el tiempo.
Este recorrido de hermosas asimetrías revela un cielo distante en una galería abierta a medio camino, rematada por una escultura de pies voladores obra de Antoni Yranzo.
El cuello gira, la cabeza se desorienta y las rutinas se inyectan en este cauce loco de brillos, sombras, geometrías y desniveles.
6. Pasajes particulares
Mundos secretos
No podemos olvidar los numerosos pasajes de uso particular que, sin estar abiertos al público, ejercen una atracción irremediable para todo paseante sensible.
Con un poco de educación, podemos conseguir permiso para echar un vistazo a estas callecitas privadas, aun cuando las vigile un conserje. Hay ejemplos para aburrir: en el Ferró nos maravillan el pasaje de Sant Felip y el de Mulet, el encanto del pasaje de Güell en la Bonanova es imbatible, y descubrir el candor del pasaje de Isabel remontando Vallcarca nos hace abrazarnos a nosotros mismos.
Sea cual sea el barrio, la curiosidad del flâneur siempre descubre alguno de estos estrechos paraísos de armonía y evocación. Si el piropo de moda hoy en día es «por ti atravesaría municipios», ¿qué te parece quedar en un pasaje como nueva propuesta romántica?
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