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El hombre que se burló de Pablo Escobar

El agente Robert Mazur se pasó dos años de incógnito en el cártel de Medellín. Le pone cara en el cine Bryan Cranston, el Walter White de 'Breaking bad', otra vez atrapado en una doble identidad en 'Infiltrado'

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Nando Salvà

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Las docenas de narcotraficantes y banqueros se relajaban alrededor de la piscina trasegando cócteles y esperando su turno para felicitar al amigo que al día siguiente iba a casarse. No habían reparado en gastos para los regalos de boda: rosas rojas colombianas valoradas en 20.000 dólares, una alfombra persa de 40.000 traída desde Panamá... El novio, Bob Musella, se lo merecía, puesto que, después de todo, había lavado para ellos millones y millones de dólares procedentes del tráfico de drogas. Poco imaginaban que horas después, al llegar al lugar donde iba a celebrarse la despedida de soltero, serían todos detenidos.

Musella en realidad era Robert Mazur, investigador de la Agencia de Aduanas estadounidense que había pasado 18 meses entre 1986 y 1988 conviviendo con criminales. Él fue el actor esencial de una de las mayores operaciones antidroga de la historia, que condujo al arresto de 85 personas vinculadas al cártel de Medellín y llevó al colapso al Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI), que había llegado a ser la séptima empresa financiera más grande del mundo blanqueando dinero sucio. Más de 1.500 kilos de cocaína fueron confiscados.

La extraordinaria historia de Mazur es la base del 'thriller' '<strong>Infiltrado</strong>', que hoy se estrena en España. En el centro de la película, el actor <strong>Bryan Cranston</strong> interpreta a dos personajes que conviven tras un solo hombre, y logra hacer equilibrios sobre ese inestable terreno psicológico en el que la distinción entre el defensor de la ley y el criminal se difumina. Es un papel obviamente conectado -también relacionado con el submundo drogota, también atrapado en una doble identidad— con el que dio a conocer a Cranston en todo el mundo, el Walter White de la teleserie '<strong>Breaking bad</strong>'.

TONELADAS DE COCAÍNA

A principios de los 80, Estados Unidos era algo parecido a una inmensa aspiradora de cocaína: el cártel de Medellín suministraba al país unas 15 toneladas de polvo blanco cada día y su cabeza visible, <strong>Pablo Escobar</strong>, no tardó en convertirse en el séptimo hombre más rico del mundo.

El tráfico generaba anualmente transacciones por valor de 2 trillones de dólares, cuyo rastro solía perderse gracias a la intervención de paraísos fiscales y entidades como el BCCI. Tradicionalmente, la policía se limitaba a perseguir la droga misma, pero Mazur comprendió que interceptar un cargamento de unos cientos de kilos de cocaína podía funcionar como gesto cara a la galería, pero no evitaba que material de repuesto llegara a las calles de forma inmediata. Su plan fue centrarse en seguir la pista del dinero hasta llegar a los peces gordos.

Mazur pasó 18 meses perfilando su personaje, Musella, un empresario sin escrúpulos conectado con la mafia. Eso le permitió penetrar en las altas esferas del cártel. Para nutrir su fachada se rodeó de lujos. Encandilaba a sus clientes llevándolos a los restaurantes más exclusivos del mundo y hoteles de mil dólares por noche. Se rodeaba de mansiones, aviones privados, trajes de Armani y coches Rolls-Royce, todo ello proporcionado por el Gobierno.

500.000 DÓLARES POR SU CABEZA

Después de casi dos años de peligroso trabajo de incógnito –el más mínimo error habría hecho que Mazur acabara con un tiro en la nuca–, llegó la falsa boda. Dos años y medio de procesos judiciales tuvieron lugar después. Durante el proceso y varios años después, Mazur tuvo que asumir una tercera identidad: el cártel había puesto un precio de 500.000 dólares a su cabeza. Con el tiempo, el antiguo agente aduanero ha ganado prestigio internacional como uno de los grandes expertos del mundo en ingeniería financiera y técnicas para combatir el lavado de dinero. En el 2009, mientras trabajaba como asesor del director Michael Mann durante el rodaje de '<strong>Corrupción en Miami</strong>', este le convenció de que su historia tenía mucho potencial para convertirse en una película. Ese mismo año se publicó el libro de memorias en el que se basa 'Infiltrado'.

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Según aseguran tanto Cranston –que además ejerce de productor ejecutivo— como el director de la película, Brad Furman, el principal objetivo del filme es explorar cómo se las arregló su objeto de estudio para llevar una doble vida como lo hizo: pasar el día fingiendo ser un gánster y luego volver a su verdadera casa, para estar junto a su esposa y sus críos, y encender la barbacoa y sacar la basura, y volver a diario a la normalidad. Aunque la normalidad es algo de lo que Mazur no ha vuelto a gozar. A día de hoy sigue sin permitir que se le tomen fotografías. Solo concede entrevistas telefónicas y, si aparece en televisión, lo hace con la cara oscurecida. No le supone ningún problema que la gente crea que se parece a Walter White.

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