Televisión

Victoria Federica, seis veces superbién

La nieta del emérito acude a 'El Hormiguero' para hablar de su concurso en un futuro programa y contar cosas sin demasiado interés, con la complicidad de un entrevistador que rebajó el cuestionario a lo insulso sin querer meterse en charcos

Victoria Federica

Victoria Federica

Jorge Fauró

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Victoria Federica de Marichalar y Borbón (Madrid, 24 años) entra al plató de El Hormiguero bailoteando y con una bolsa de papel. No es un bolso de alta gama. Es el envoltorio con asas de la pastelería del barrio de Salamanca de la capital donde lleva la tarta de cumpleaños, que comparte en la mesa de entrevistas de Pablo Motos. En su calidad de influencer, la actividad de Vic debe de medirse en impactos publicitarios. La tarta será a partir de mañana, con toda probabilidad, una de las más vendidas de Madrid. Y ese parece ser su trabajo. Y lo hace bien. La tarta, a partir de 33 euros, según la página web del negocio.

En su primera entrevista a un medio audiovisualse deduce que pactada, ¿qué preguntas podría hacer tal medio en caso­­ de tener en exclusiva a la quinta persona en la línea de sucesión de la monarquía española, dado que las cuatro anteriores tampoco han concedido entrevista alguna y no se espera que lo hagan a corto plazo? ¿La reciente decisión de su abuelo, el rey emérito, de legar su herencia a la madre y a la tía de la entrevistada? ¿Los asuntos fiscales en que ha estado envuelto Juan Carlos y que le han obligado a vivir fuera del país que reinó? ¿Algo que decir sobre las andanzas de su hermano Froilán?

Nada de eso hemos oído a lo largo de cerca de 60 minutos que ha durado este trasunto de entrevista, en la que hemos visto a una chica de 24 años con muy pocas cosas que decir, más allá de su paso por un programa de televisión pendiente de estreno. La culpa no es suya. Qué responder ante cuestiones sobre si le gusta arrancarse las costras, qué recuerdos conserva de sus guardaespaldas o si celebra San Valentín. Más allá de eso, hemos sabido que Victoria Federica fue una niña traviesa, capaz, entre otras maldades, de abrir la puerta al perro de su profesora para que escapara o de meter petardos en los cigarrillos de sus amigos. Malísima.

Probablemente, ella ha sido ella, no así Pablo Motos, que ha evitado meterse en charcos con preguntas sobre novios, novias, experiencias, intimidades y otras salidas del tiesto que le han llevado a la polémica en los últimos años. Sabemos, eso sí, que a Victoria Federica no le gusta el marisco, aunque sí la fideuá, y que cuando algo es de su agrado es superbién. Se sintió superagobiada en ese programa aún por estrenarse; el gel con que le untaron su cuerpo estaba superfrío; el barco en que viajó era superbonito; y las vacaciones, las matemáticas y la vida en general están superbién.

La tipología de las audiencias de los medios de comunicación, mayormente las relativas al mundo de la televisión, han corrido parejas a la evolución de los propios medios, siempre bajo la espada de Damocles de las cuotas de pantalla, el share y el tráfico digital. Hoy apenas tendría resonancia un cara a cara como el que mantuvieron Paco Camino y Palomo Linares en aquel programa de José María Íñigo de la televisión en blanco y negro, cuando ambos toreros casi llegan a las manos en riguroso directo; o el pendiente de Lola Flores, o el baile de Sabrina, o la irrupción de Gil y Gil en aquel espacio infame de Telecinco; o la entrevista a Juan Guerra de Jesús Quintero, o el amago de desnudo de Jesulín de Ubrique mostrando una cornada a la altura de los genitales; o aquella edición primigenia de Gran Hermano, hitos todos ellos anteriores a la era digital y dirigidos a un público de toda condición cuyos hijos y nietos pronto iban a autoexiliarse del medio. Todas las expectativas televisivas de la noche del lunes estaban puestas en una joven, nieta de reyes, sobrina de reyes, que en realidad no es noticia más allá de su actividad pública.

Los jóvenes han abandonado la televisión convencional. Algunos hasta las plataformas. Por eso los medios tratan de llevar a los platós o a sus ediciones digitales contenidos más digeribles para este nuevo público que se resiste a sostener un mando a distancia. Se trata de hacer el camino inverso y de llevar contenidos de internet a un soporte que va camino de cumplir 80 años y se conserva a base de liftings. Netflix es el bótox televisivo, pero la lozanía ya no retoza en familia postrada en el sofá del salón, sino en las pantallas del móvil. Esa batalla también la ha ganado el teléfono, TwitchYouTubeTikTok y demás plataformas de consumo a la carta para esta nueva audiencia. El mando a distancia derrotado por ratones y pulgares. Antes importaba el contenido porque no había otro continente. Lo que ha hecho esta noche Pablo Motos con Victoria Federica de Marichalar y Borbón ha sido llevar a un medio clásico un contenido cuyo continente habitual come en los pastos de Instagram y demás redes sociales, que crean, ensalzan y destruyen personajes como en su día lo hacía lo que se llamaba la caja tonta.

Así, Pablo Motos y El Hormiguero (el continente) han tratado de apropiarse de un contenido (Victoria Federica) que ya pertenece a esa generación catódica que ha seguido a Broncano en YouTube tanto como en Movistar e hinca la rodilla ante la nieta de un rey, no en el sentido medieval del gesto genuflexo, sino contribuyendo a engordar la cuenta de seguidores que jalean a la joven cada vez que hace un posado o luce con disimulo un nuevo retoque.

La diferencia es que los protagonistas que antaño arrasaban con las audiencias lo hacían por razones de estricta actualidad en función de su oficio, de sus méritos o sus deméritos, a causa de hechos relevantes o de iniciativas que gozaban del favor o la condena de la opinión pública, fueran toreros, folclóricas o alcaldes y presidentes de clubes de fútbol. La razón de ser de Victoria Federica es su propio abolengo, la familia. Lo dice hasta la publicidad de la pastelería de donde procedía la tarta de cumpleaños. «La familia es nuestro valor diferencial. No somos solo una familia, sino también hacemos familia. Comparte con los que más quieres». Podría ser el lema de cualquier familia real, verbigracia, la española. Y dicen más los pasteleros acerca de sus deliciosos productos: «Cuando lo pruebes lo entenderás». Pues a Vic ya la hemos probado y seguimos sin entender nada.