Crítica de cine

Crítica de 'Bitelchús, Bitelchús': Tim Burton se empacha de sí mismo

‘Bitelchús Bitelchús’: Tim Burton viaja al centro de sí mismo en Venecia

Jenna Ortega en el nuevo 'Bitelchús'.

Jenna Ortega en el nuevo 'Bitelchús'. / EPC

Nando Salvà

Nando Salvà

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BITELCHÚS, BITELCHÚS

Puntuación:  ★★

Director: Tim Burton

Intérpretes: Michael Keaton, Winona Ryder, Jenna Ortega, Catherine O’Hara

Año: 2024

Estreno: 6 de septiembre de 2024

Sobre el papel tiene sentido que, en un intento de salir de la crisis creativa en la que estaba sumido y que al parecer lo llevó hasta a pensar en la retirada, Tim Burton haya buscado inspiración en ‘Bitelchús’ (1989), segundo largometraje de su carrera y la película gracias a la que empezó a perfilar el imaginario personal que llegaría a definirle, y a convertirse en referente pop. Resulta cuestionable, eso sí, la insistencia y la literalidad con la que esta secuela encadena referencias a la película original sin plantearse si su inclusión tiene el más mínimo sentido narrativo. 

 Y cuando no se dedica a reciclar los momentos más memorables de su predecesora, ‘Bitelchús, Bitelchús’ introduce de forma descontrolada esbozos de ideas, personajes - muchos de los cuales no justifican su propia presencia- y subtramas disparatadas incapaces de formar un todo cohesivo: hay una muerte y una boda, un romance adolescente, una investigación criminal y una exnovia cadáver decidida a vengarse de quien fue su prometido. Entretanto, Burton se muestra demasiado ocupado manejando a velocidad de vértigo un sinfín de gags, momentos musicales, caprichos visuales y demás ocurrencias como para prestar la atención debida a la coherencia interna, la lógica, el ritmo y la eficacia o el propósito narrativos y, como resultado, la película llega a ser tan confusa que por momentos se adentra en el terreno de la abstracción. El humor blandengue, el sentimentalismo de trazo grueso y la desesperación que exhibe en el proceso resultarían menos molestos si al mismo tiempo odfreciera siquiera un ápice de la originalidad, la voluntad de riesgo, la honestidad artística y el encanto artesanal que la película a la que da continuación sigue derrochando 36 años después.