Historias negras (4)

'L.A. Confidential', de James Ellroy: cuando el sueño americano es una pesadilla

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Kim Basinger en la adaptación al cine de 'LA Confidential' de James Ellroy.

Kim Basinger en la adaptación al cine de 'LA Confidential' de James Ellroy. / JOEL SAGET

Elena Hevia

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No se sale indemne de una novela de James Ellroy. Leerle es una experiencia extrema. Una catarsis no apta para paladares sensibles. Y aun aquellos que las degustan deben acostumbrarse al fraseo endemoniado de quien muchos consideran el mejor escritor de novela negra estadounidense. O sencillamente, uno de los mejores escritores, sin etiquetas. El estilo Ellroy. Ese ritmo espídico que dispara frases como puñetazos. Como ráfagas de ametralladora. Para relatar desde todos los puntos de vista posibles una historia social que al autor le tiene obsesionado: los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial hasta llegar a los 70. Una frontera cronológica que se ha prometido no cruzar.

El esfuerzo es tremendo, “homérico” que diría aquel. Con las mismas intenciones de un Balzac, empeñado en levantar acta de la vida miserable en los barrios bajos de su ciudad, Los Ángeles. Mezclando la vieja fórmula pulp en lo argumental -hay mucha sangre y vísceras manchando sus páginas- con un apasionamiento trascendente, y por qué no decirlo, romántico. “Mis novelas tratan de hombres malos, enamorados de mujeres fuertes, que intentan aferrarse a algo en medio de la corrupción. Hay un punto espiritual en eso”, dijo a este diario. Pero también hay espacio para la autoironía: “Mis novelas están dirigidas a toda la familia, siempre que esta se llame Manson”.

El escritor James Ellroy recibió en Barcelona el Premio Pepe Carvalho de la semana BCNegra.

El escritor James Ellroy recibió en Barcelona el Premio Pepe Carvalho de la semana BCNegra. / EUROPA PRESS

La muerte de mamá

Algunos escritores tienen vidas de novela, pero solo unos pocos han decidido construirlas y exhibirlas a conciencia, creando su propio mito. Ellroy, el Ellroy escritor, tiene un punto de partida que es intrínseco a sus trabajos, la semilla de la que nace todo. El asesinato de su madre. Jean Hilliker, pelirroja, alcohólica y amante de tipos indeseables, golpeó a su hijo de 10 años cuando este decidió irse a vivir con su padre tras la separación. El pequeño le espetó entonces un “ojalá te murieras”, que nunca se ha apagado en su cabeza. El cuerpo apareció tres meses después seccionado por la mitad en una cuneta. Nunca se descubrió al culpable, pero esa muerte, esa culpa y esa mujer trasmutada en buena parte de las protagonistas femeninas -muchas de ellas pelirrojas- se filtraron una y otra vez en sus novelas y en sus dos libros de memorias.

Por eso no es extraño que después de haber tenido una adolescencia y primera juventud como pequeño delincuente, haber superado un enfisema pulmonar, abandonado el alcohol y las drogas, y haber sufrido una explosiva conversión religiosa, empezara a escribir historias de su ciudad, Los Ángeles, convirtiendo a esta en uno de los círculos más profundos del infierno. Hay ahí una culpa que purgar.

Entre 1987 y 1999 se publica su llamado ‘Cuarteto de Los Ángeles’. Años más tarde escribirá un segundo cuarteto. El primero  incluye ‘La Dalia Negra’, ‘El gran desierto’, ‘L.A. Confidential’ y ‘Jazz Blanco’, con personajes que traspasan las páginas de una obra a otra (otra característica balzaquiana de Ellroy). La primera y la tercera de estas novelas están consideradas sus obras maestras absolutas. La serie echa a andar con ‘La Dalia Negra’, un crimen no resuelto perpetrado en 1947, que guarda un inquietante parecido con el que acabó con su madre. La pormenorizada descripción que el autor hace de los restos descuartizados de Elizabeth Short es una experiencia lectora extrema.  

Una imagen de 'L. A. Confidential', película de Curtis Hanson, adaptación de la novela  homónima de James Ellroy.

Una imagen de 'L. A. Confidential', película de Curtis Hanson, adaptación de la novela homónima de James Ellroy. / El Periódico

Esencia de estilo

Sin embargo, no es hasta la tercera entrega de esa tetralogía que el escritor considera haber llegado a su escritura más madura. Y todo gracias a su editor, que consideró que a las más de 600 páginas de ‘L. A. Confidential’ le sobraban por lo menos 100. Curiosamente, dada su exhibida fiereza, Ellroy aceptó la poda y el resultado jugó a su favor. Si su prosa había sido telegráfica hasta ese momento, en esa novela se zampó las conexiones y el lenguaje hecho jirones alcanzó una todavía más poderosa síntesis y una rica (y sorprendente) precisión que se convertiría en marca de la casa.

La trama despliega una enorme cantidad de personajes, ninguno de ellos bueno, que ponen en marcha varias subhistorias habitadas por policías corruptos, violentos y racistas en un Los Ángeles que ha dejado su edad dorada atrás y se dedica a replicar los viejos fastos de Hollywood en sus prostíbulos. El revés del famoso sueño americano, vamos. Con todo, como suele pasar en casi todas las novelas del autor, aun el más brutal de los personajes -y la nómina en Ellroy abunda en ellos- tiene su momento de redención.

Ese es Ellroy, lo tomas o lo dejas. Ha escrito otras novelas englobadas en ambiciosos ciclos que el propio autor considera mucho mejores que su primer cuarteto -no entraremos en ello- y ha apuntalado su leyenda en cientos de entrevistas donde aúlla -literal-, maldice y se ríe de sí mismo -y del periodista de turno- autoproclamándose “perro diabólico” de la novela negra. También tiene muchos rincones oscuros. Decididamente es una figura incómoda: sus novelas están pobladas por personajes que odian a los judíos, los homosexuales y las mujeres.

Pero claro, todo eso se desarrolla en el terreno de la ficción. En la realidad tampoco tiene desperdicio: defendió a los policías que se cargaron a Rodney King, se ha reído de Obama -aunque llegara a votarlo en su primer mandato-, como adolescente desnortado militó en organizaciones racistas y de vez en cuando deja entrever sus simpatías por Trump. Así es. Caótico y excesivo, sí, pero muy pocos tienen esa capacidad de hacer que el lector se zambulla en sus páginas y se olvide de lo que le rodea.