EL REGRESO MÁS ESPERADO

Oasis, muerte y vuelta a la vida de la banda que marcó una era caminando entre lo sublime y lo ridículo

La reunión de los Gallagher pone fin a tres lustros de especulaciones y reanima la leyenda de un grupo que ha sabido vivir de rentas como muy pocos, inspirándose abiertamente en otros artistas pero componiendo una amplia lista de canciones memorables y de sello inconfundible que los convirtieron en los reyes del 'brit pop'

Oasis, con Noel y Liam Gallagher primer y tercero por la izquierda respectivamente, en 2004.

Oasis, con Noel y Liam Gallagher primer y tercero por la izquierda respectivamente, en 2004.

Carlos Pérez de Ziriza

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Ha sido la comidilla de estas últimas horas, pero en realidad es una cantinela que lleva zumbándonos los oídos durante los últimos quince años. La vuelta de Oasis es una de esas especulaciones que no ha dejado de emitir un tenue pero constante runrún desde que Noel y Liam Gallagher separaron sus caminos en 2009. Una vez le pregunté a Noel si sería capaz de volver a reunirse con su hermano. Fue hace nueve años, en una entrevista. “Ni por 50.000 millones de euros lo haría”, me replicó. Es obvio que exageraba, pero se dice que el reciente divorcio de su segunda esposa, Sara McDonald, podría haberle costado 20 millones de libras, y que lo que podría generarles la nueva gira son 50 millones de libras de ganancia. Hagan cuentas.

Hace un par de años le consulté lo mismo a su hermano, quien siempre se mostró (a través de sus propias redes sociales y en encuentros con la prensa) mucho más por la labor de reactivar aquella pingüe alianza. “Me gusta que me pidan que Oasis se reúnan, nunca nos deberíamos haber disuelto, es triste y todo ocurrió porque le dije a Noel Gallagher un par de verdades que no le gustaron”, me contestó. Eso sí, mencionando a su hermano tan solo por su nombre y apellido. Parece que se tomó muy en serio aquel grito de “ya no eres mi hermano”, que le espetó antes de hacer añicos su guitarra en la previa de un bolo en París que tuvo que cancelarse en 2009.

Desavenencias fraternales del rock

La suya es una historia de desavenencias fraternales que viene de muy lejos. Como la de Ray Dave Davies (The Kinks) o Jim y William Reid (The Jesus and Mary Chain). Como la de otras duplas creativas que, pese a no compartir lazos de sangre, saben que se necesitan porque su suma siempre será mejor que sus trayectos por separado: que les pregunten a los glimmer twinsMick Jagger y Keith Richards (Rolling Stones), o a Pete Doherty y Carl Bârat (The Libertines). Hermanos de facto. Curiosamente, todos los que hemos mencionado son británicos. Por algo su pop y su rock han sido siempre cuna de talentos atrabiliarios. Los Gallagher llevaban al menos una década tirándose los trastos a la cabeza, a veces con resultados que rozaban el esperpento: en el FIB de 2000 llegaron sin Noel, al fin y al cabo su compositor principal, casi único. Hasta última hora no se supo. ¿Tenía sentido? “Nosotros sí que hemos venido ambos, no como Onassis (sic)”, soltó Genís Segarra a modo de chufla desde una carpa contigua, al empezar el bolo de sus Astrud. Era mejor tomárselo con humor.

Nuestras redes sociales se debaten ahora mismo – polariza, que algo queda, y además es como nuestro deporte nacional – entre quienes no caben en sí de gozo y quienes muestran su escepticismo ante la turra que se nos viene encima, de aquí a los catorce conciertos anunciados para el verano de 2025 en Reino Unido e Irlanda. El sábado se ponen las entradas a la venta y se espera que se agoten en cuestión de horas. ¿Hay realmente para tanto? Oasis fusilaron sin recato, hay que reconocerlo, a los Small Faces, los Rolling Stones y a T Rex. Desde luego, también a los Beatles, su fijación más notoria. Combinaron el descaro y la rampante acidez guitarrera de los primeros con la intachable precisión melódica de los segundos. Pero compusieron un puñado de canciones excepcionales entre 1994 y 1996, un tiempo en el que hasta sus caras B olían a incienso. Convertían en oro prácticamente todo lo que tocaban. Lo hacían con el desparpajo propio de quien rima “supersonic” con “gin and tonic” y se afana en titular una canción como Rock and Roll Star, toda una declaración de intenciones en primera persona. Sin ningún rubor.

Reyes del 'brit pop'

Con frecuencia los talentos más memorables transitan entre lo sublime y lo ridículo, y Oasis caminaron por esa fina línea durante un buen tiempo. Mantuvieron el equilibro sobre esa cuerda floja, y eso les aupó al lugar de preeminencia de la generación brit pop a mediados de los noventa, encumbrados como los más fieles representantes de una clase obrera de la que no procedía (ni mucho menos) la plana mayor de aquella escena: Noel había trabajado antes como pipa de los Inspiral Carpets, y Tony Wilson (Factory Records) llegó a rechazarlos porque los consideraba demasiado deudores en sus inicios de aquella escena Madchester de la que provenían los propios Carpets, y que ya estaba de capa caída en 1992. Oasis no hubieran sido lo que fueron de no ser por el empecinamiento de Alan McGee, capo del sello Creation, quien vio en ellos eso que nadie más era capaz de advertir: “A veces hay que llevar un sello como si fuera una dictadura, porque en Creation a nadie le gustaba Oasis, y si yo no hubiera tenido una fe absoluta en mi criterio personal, no habríamos puesto en circulación a la banda más grande del mundo durante la segunda mitad de los noventa”, dijo en su libro autobiográfico Creation stories. Riots, raves and running a label (2013), que próximamente será publicado en castellano gracias a la editorial Liburuak.

Oasis vendieron 86.000 copias de su debut, Definitely Maybe (1994), en la primera semana que estuvo a la venta en su país, estableciendo un récord de celeridad comercial que no fue superado hasta el debut de los Arctic Monkeys, doce años después. No fueron más agudos, ni más poéticos, ni más originales, ni más arties que PulpSuedeBlurThe Divine Comedy The Auteurs, pero han vendido más de cuarenta millones de álbumes en todo el mundo, reunieron a 250.000 personas a principios de agosto de 1996 en la localidad británica de Knebworth y han sedimentado en el acervo popular más canciones memorables, reconocibles, coreables, susceptibles de engrosar todo tipo de karaokes, que ninguno de ellos. Arte de lo popular, al fin y al cabo.

Don’t Look Back In AngerWonderwall, Live ForeverSlide AwaySome Might SayUp In The SkyCigarettes & Alcohol o Acquiesce marcaron con su brillantez melódica y su desafiante altanería barrial un tiempo que necesitaba precisamente eso: tras el declive de una cultura rave cuyo último clavo en su ataúd fue la Criminal Justice Act de 1994, que prohibía aquellas grandes congregaciones de música electrónica, y con el mercado discográfico saturado de aquella pesadumbre existencial que irradiaban las decenas de émulos de Nirvana Pearl JamOasis proclamaban una desacomplejada euforia en pleno ocaso del thatcherismo y en los albores de un nuevo laborismo que aún no había demostrado lo mucho que podía llegar a decepcionar. Sus millones de seguidores en todo el mundo les perdonan que la mecha de la inspiración se les fuera agotando tras los notables Definitely Maybe (1994) y (What’s The Story) Morning Glory? (1995) y que todo lo que han hecho los Gallagher por separado desde entonces, con sus curiosos altibajos y tímidos experimentos, haya sido como una copia desvaída de aquel fulgor. Y celebran con ilusión esta nueva manga de conciertos (sin disco nuevo a la vista, y quizá sea mejor así), quizá porque se empeñan en fijar para siempre en su memoria aquel momento: cuando todos éramos treinta años más jóvenes y los – relativamente – plácidos años noventa no podían siquiera imaginar los convulsos tiempos que nos esperaban a la vuelta del cambio de siglo. ¿A quién no le apetece quedarse a vivir para siempre en los cuatro minutos y medio que dura Live Forever?  

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