Crónica

Yuja Wang, técnica, nervio y carisma en el cierre de Peralada

La pianista china clausura el festival con una actuación brillante con nueve bises

La pianista Yuja Wang, en el Festival Peralada

La pianista Yuja Wang, en el Festival Peralada / Miquel González – Shooting / Festival Peralada

Alba Carmona

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La imagen de la pianista china Yuja Wang rompe moldes en el mundo de la clásica -el domingo, en la clausura del festival de Peralada, lucía un apretado vestido de lentejuelas con aberturas imposibles en la espalda y el muslo-, pero aún sorprende más la su forma de tocar. En la iglesia del Carmen exhibió virtuosismo, nervio y expresividad con un programa exigente con la sombra de Frederic Chopin y Claude Debussy sobrevolando el ambiente.

La intérprete asiática, uno de los máximos referentes actuales de las 88 teclas, debutaba en el certamen, cambiando los grandes auditorios por la atmósfera intimista del templo. No le hicieron falta palabras para extender su hechizo sobre los asistentes a base de técnica y carisma.

El delicado rumor del movimiento del agua que Maurice Ravel evoca en 'Jeux d'eau' abrió la velada, que discurrió entre el romanticismo y el impresionismo. La 'Fantasía en sí menor, Op.28', de Alexandr Skriabin, dio paso con el desafiante 'Estudio para la mano izquierda, Op.36', de Félix Blumenfeld, interpretada de forma magistral con una sola mano.

La inmersión en Debussy llegó a través de los preludios, como 'Le vent dans la plaine', 'Bruyères' y 'Feux de artifice', e interpretó también la 'Toccata' de Pierre Sancan, a una velocidad endemoniada, y las baladas núm. 1 y 4 de Chopin para cerrar.

El esfuerzo que exigía el repertorio y el bochorno del Empordà no acabaron de casarse por completo, y Wang tuvo que interrumpir el recital para refrescarse en más de una ocasión. A pesar de la incomodidad, fue más que generosa con los asistentes y recompensó las ovaciones y los "we love you" que le dirigían con nueve bises. 

Prolofiev y Márquez sonaron en la tanda de regalo, que superó los 40 minutos, demostrando que si es toda una diva, no es por el peine de estrella del pop, sino por la presencia escénica magnética y la perfección en la digitación.

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