Crítica

Robe Iniesta, de la ceremonia al aquelarre en Porta Ferrada

El cantante extremeño desplegó su repertorio en solitario y algunos clásicos de Extremoduro en la cita más multitudinaria de este año en el festival de Sant Feliu de Guíxols

Festival de Porta Ferrada. Concierto de ROBE en el Guixols Arena

Festival de Porta Ferrada. Concierto de ROBE en el Guixols Arena / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

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No hubo gira de despedida de Extremoduro, y más de un fan la espera todavía, pero viendo el empuje del actual Robe en solitario, cada día parece más y más descartada. El extremeño está en racha y conciertos como el de este sábado en Porta Ferrada invitan a deslizar el interrogante: teniendo a Robe Iniesta, su frondosa banda y ese repertorio que funde hitos de ayer y hoy, ¿quién necesita a Extremoduro?

El revitalizador álbum ‘Se nos lleva el aire’, lanzado el pasado diciembre, ha dado un nuevo empujón al Robe solista, que sigue alejándose un poco de la ‘cantautoría’ con ecos del rock andaluz de hace unos años para abrazar una sonoridad más corpulenta. Fusión total: las cenefas de violín de Carlitos Pérez (y el saxo y el clarinete del bajista David Lerman) y los vestigios de una arquitectura aparatosa heredera de Extremoduro. Un camino que le ha permitido reconectar con el enorme público de la antigua banda y meter, por ejemplo, a 5.690 personas la otra noche en el Guíxols Arena. Público con ascendiente militante: largas colas en el puesto de ‘merchandising’.  

Rumbo a la tormenta

Concierto largo (rondando las tres horas incluyendo intermedio) y de serpenteante recorrido, empezando con un Robe confesional, fatalista, chulo, perdida “la dignidad y el sentido del honor” (“y no lo siento”) en el rescate de ‘Destrozares’. De ahí al material fresco con ‘Adiós, cielo azul, llegó la tormenta’ y a las palmas flamencas de ‘Contra todos’. Bloque tirando a intimista, pero proclive al remolino de violín, al ‘crescendo’ y al arrebato romántico en ‘Puntos suspensivos’ (“Recuérdame de qué está hecho el amor”), pieza subrayada por el portento vocal llamado Lorenzo González. La sentida ‘Nana cruel’ tuvo como destinatarios a “los menores que viven en zonas de conflicto, en especial a los que viven en Gaza”.

Robe lució cierto aspecto de gurú con sus ropajes largos y esa comunión parsimoniosa con el público, desatada en citas a Extremoduro como si ‘Standby’ y ‘Si te vas…’ La sorpresa la puso una canción de su amigo Albert Pla, ‘La sequia’, que abordó en su catalán original. Entre el material de factura reciente, ‘El hombre pájaro’ y la agobiante montaña rusa de ‘El poder del arte’ (“Demasiada droga hasta para mí”, “Me he quedado encerrado en el puto pasado y no puedo salir”) marcaron territorio camino de una segunda parte que fue ganando convulsión y grosor rockero. Secuencias febriles en el segundo y el cuarto movimiento de ‘Mayéutica’, y clamor popular en torno a las citas últimas a Extremoduro, con la guitarra de Woody Amores soltando chispazos (‘Jesucristo García’, ‘Ama, ama, ama y ensancha el alma’), celebrando un cancionero que sigue vivo aunque su manera de mostrarse haya cambiado.

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