Entrevista

Luc Besson presenta 'Dogman' tras ser absuelto de violación: "Cada uno lidia sus demonios como quiere, o puede. Hay quien bebe o se droga. Yo me dedico a escribir"

Crítica de la película 'Dogman': Una excéntrica curiosidad

El director Luc Besson y el actor Caleb Landry Jones, durante el rodaje de 'Dogman'

El director Luc Besson y el actor Caleb Landry Jones, durante el rodaje de 'Dogman' /

Nando Salvà

Nando Salvà

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Director de clásicos del cine de acción como ‘Nikita, dura de matar’ (1990), 'El profesional (Léon)' (1994) y ‘El quinto elemento’ (1997), aterriza en la cartelera por primera vez desde que en 2018 su carrera quedó en suspenso cuando la actriz Sand Van Roy lo acusó de violación, y un año después de que el caso fuera desestimado por la justicia francesa. Lo hace a bordo de ‘Dogman’, a la vez una parábola religiosa, un melodrama social, un ‘thriller’ de justicieros y una fábula animalista; su protagonista es un ángel exterminador parapléjico (Caleb Landry Jones) que logra dejar atrás un pasado de abusos infantiles gracias tanto al amor que dedica a su ejército de perros, que lo ayudan a cometer robos, como al solaz que le proporciona imitar a divas como Édith Piaf y Marlene Dietrich en un cabaret. Ha leído usted bien.

‘Dogman’ ha sido catalogada como su regreso al cine. ¿Qué opina?

Para mí no supone un regreso, porque nunca me fui. Durante la pandemia, aproveché el tiempo principalmente para escribir y desarrollar proyectos. Cada uno lidia sus demonios como quiere, o puede. Hay quien bebe o se droga. Yo me dedico a escribir.

¿Qué retos supuso dirigir una película mientras afrontaba problemas legales [el caso de violación desestimado]?

Cuando cometo un error tengo la necesidad de confesarlo inmediatamente, no sé vivir cargando con secretos o mentiras sobre los hombros. Pero, si no he hecho nada malo, duermo muy bien. Preparé mi película y seguí con mi vida como de costumbre. Por supuesto, el circo mediático genera situaciones muy desagradables, que pueden resultar dolorosas tanto para quien se ve en el centro de todo eso como para sus seres queridos, su esposa, sus hijos. Hay que tener paciencia.

¿En qué se inspiró para crear ‘Dogman’?

Leí un artículo sobre un padre que había mantenido a su hijo de cuatro años encerrado en una jaula con cerdos; había estado allí dos años cuando la policía lo encontró. Y luego leí otro sobre una niña que había permanecido encerrada en una perrera a lo largo de seis años, y que al ser rescatada caminaba a cuatro patas y se comunicaba ladrando. Yo tengo cinco hijos, y no entiendo qué tipo de enfermo es capaz de cometer ese tipo de crímenes. Pero lo que más me interesó son las víctimas. ¿Cómo supera alguien a una experiencia tan traumática?

Entre los personajes de la película hay docenas de perros. ¿Cómo dificultó el rodaje su presencia?

Me resulta más difícil trabajar con actores malos que con animales buenos. Los perros no atienden a razones, así que dirigirlos en una película exige habilidad a la hora de organizar un caos permanente. En ‘Dogman’ aparecen hasta 124 perros, y durante el rodaje de algunas yo tenía a 23 entrenadores gritando a sus respectivos animales, todos a la vez. Al final de la primera semana, mi productor me dijo: “Esto no va a funcionar”. Pero a lo largo de mi carrera yo he rodado con niños, con delfines y con pulpos. Gracias a eso, fui capaz de mantener la calma.

La película tiene un argumento deliberadamente excesivo. Hay que verla para creerlo...

Sí, pero no es una película tonta. Habla de cómo la sociedad es incapaz de aceptar a aquellos que son diferentes, por tener alguna discapacidad o por su orientación sexual o por cualquier otro motivo. Lo que pasa es que hace mucho tiempo, cuando yo era un joven arrogante convencido de ser un intelectual, Steven Spielberg me enseñó algo muy importante: es posible hacer arte divirtiéndose y sin tomarse demasiado en serio a uno mismo. Nunca he dejado de tener presentes sus palabras.

¿Sería ‘Dogman’ muy distinta si la hubiera rodado al principio de su carrera?

Los personajes que deben sobreponerse a privaciones y agonías para sobrevivir son una constante en mi carrera, pero yo empecé a hacer cine con solo 20 años y ya he cumplido 64, y a lo largo de todo este tiempo he aprendido a ser un narrador más centrado, a tener un poco más claro lo que quiero decir y a expresarlo un poco mejor. De haberla rodado a finales de los 80, por ejemplo, ‘Dogman’ sería una película tal vez más airada, porque por entonces yo quería provocar a la burguesía y poner en cuestión la complacencia de la gente, hacer un cine violento. Ahora, claro, ya no siento esa necesidad. El mundo ya es suficientemente violento.

¿Cuándo decidió dedicar su vida a contar historias?

En mi juventud empecé a escribir porque no tenía nada más que hacer. Vivía en el campo, rodeado de vacas, no teníamos televisión ni tocadiscos. En algún momento cogí un bolígrafo, y desde entonces he estado escribiendo todas las mañanas, sin falta. Otras personas van al gimnasio, yo ejercito mis músculos creando ficciones. Sentado en el escritorio, soy feliz durante unas horas al día, y me pongo de muy mal humor si rompo mi esa rutina y no invento historias. Sin ella no podría afrontar la realidad.

Hace décadas, mucho antes de que Quentin Tarantino hiciera lo mismo, usted afirmó que tenía previsto dirigir un total de 10 películas a lo largo de su carrera. ¿Por qué cambió de planes?

Es posible que Tarantino me copiara, ¿no? Creo recordar que, en realidad, yo dije que me bastaría con dirigir diez películas en mi vida para darme por satisfecho. Tras hacer la primera, no sabía si me dejarían dirigir más. Luego, después de las seis o siete primeras, empecé a sentirme cansado, porque los rodajes son francamente extenuantes. A veces yo mismo me sorprendo por haber tenido una carrera tan larga, y siento que está llegando a su final. Tal vez dirija otras dos o tres películas, pero no más. No quiero ser el tipo de director del que la gente dice: “Ah, en el pasado solía tener talento”. 

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