Marina Tuset despliega su sonido pop heterodoxo, “distinto a lo que se hace ahora”, con el que ganó un Latin Grammy

Frecuenta los escenarios desde los 12 años, cuando en alguna ocasión la hacían esconderse detrás de la barra para que la policía no denunciara la presencia de una menor en un club donde se bebía y se fumaba. Muy pronto hizo suya la pasión musical de su padre, Miquel Tuset, que regenta el Jazz Club La Vicentina, en Sant Vicenç dels Horts, luego estudió en el Liceu y en Berklee (Boston), pasó por La Locomotora Negra y el año pasado vio cómo su primer álbum, ‘Canto a la imaginación’, se hacía con un Latin Grammy a la mejor ingeniería de grabación.

Un premio este del que cree que se hablado poco en este país, ya que fueron solo cuatro los españoles que se hicieron con una de esas distinciones (añadamos a la Niña Pastori, Quevedo y Marcos Vidal). “No sé por qué”, sonríe sin más esta joven veterana, Marina Tuset, a quien el Grammy pilló por sorpresa. “Es un premio que solo votan los ingenieros de sonido, que habían escuchado más de mil álbumes y nominaron solo a cinco. Fui a la gala de Sevilla sin saber qué pasaría, porque no conocía a la gente del jurado y no me dediqué a hacer lobi, a perseguir a los ingenieros para que votaran mi disco”, cuenta. La labor de ingeniería de su álbum es cosa de dos brasileños, Érico Moreira y Felipe Tichauer. “Uno de los miembros del jurado me dijo luego que habían tenido muy en cuenta el conjunto de la propuesta musical y la voz, no solo que sonara bien”.

Mejor en su lengua

Su propuesta transita un camino heterodoxo, con dinámicas pop y señales que apuntan al soul, el r’n’b, la música brasileña… “Acústico, pero con un punto de electrónica y el componente de jazz que llevo conmigo. Algo distinto a lo que se hace ahora”, observa. Músicas en las que profundizó en esos tres años que pasó en Berklee, donde, acogiéndose a una beca, se graduó en composición de jazz e interpretación vocal. ¿Un lugar en el que tomar conciencia de la dura competitividad en el mundo de la música? “No, eso lo he sentido más aquí que allí”, asegura. En aquella época publicó un epé en inglés, ‘Sweet lights’ (2016), grabado previamente en Barcelona (y que ahora ve muy superado). “Allí la gente es muy abierta y todos me decían que preferían oírme cantar en mi lengua, en castellano o en catalán, que en inglés”.

En ‘Canto a la imaginación’ flotan imágenes y recuerdos de su familia y sus años de crecimiento. “Es un disco en el que busqué conectar con mi niña interior, que transmite esa sensación de poder jugar con total libertad y creatividad, sin limitaciones”, cuenta. Ahí está, por ejemplo, la delicada canción orquestada ‘Yakari’, inspirada en el cómic franco-belga protagonizado por un niño sioux. “Mi padre nos contaba una de sus historias cada noche antes de dormir, y la pieza relaciona eso con la oración popular del ángel de la guarda, que nos recitaba mi madre”. Pero Marina Tuset ya prepara su segundo álbum, que espera lanzar en 2025, y del que ya ha publicado dos canciones. La más reciente, lanzada el pasado mes, es ‘Alineada con la luna’, inspirada en la astrología y en el libro ‘Todas tus lunas’, de Erica Noemí.

Este año ha hecho incursiones en escenarios de Brasil y Colombia, ayudada por el ‘efecto Grammy’. Planea formar un grupo de apoyo, pero por ahora, en conciertos como los dos que ofrecerá este viernes en Jamboree (y el del 3 de agosto en el Jardí de Can Sust, en Vilassar de Mar), actúa sola, “con un ‘sampler’, un sintetizador pequeño y una ‘loop station’ con la que me grabo en directo los ‘loops’ y los disparo”, hace saber. Valora poder actuar “sin depender de nadie” y quiere dejar claro que ahí no hay pregrabados. “En los conciertos lo explico: todo lo toco yo en directo”.