'Palomera' de pro

Pepita celebra 105 años bailando en La Paloma: "Aquí he vivido los mejores momentos de mi vida"

La decana de las 'palomeras' tiene una vitalidad increíble y lo ha demostrado marcándose el bolero 'Si nos dejan', entre otros, en una fiesta de aniversario que no olvidará la centenaria y bailonga vecina del Raval

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Pepita, de 105 años, sale a bailar a La Paloma cada domingo

JORDI OTIX

Marta Cervera

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Quien baila los males espanta, dice el refrán. Josefa Bernat Bosch (Barbens, 1919), conocida popularmente como Pepita en su barrio, el Raval, lo sabe bien. Acaba de cumplir 105 años esta semana y lo ha celebrado a lo grande en este domingo en La Paloma. Nadie sabe cuál es el secreto para mantenerse tan bien a su edad pero lo que todos conocen es su pasión por el baile, como ha demostrado este domingo la decana de las 'palomeras'. Pepita es toda una institución, tanto en la histórica sala de baile como en el barrio. Todos la conocen.

"Hay tres señores que me suelen sacar a bailar. Uno es bastante joven y lo hace muy bien, los demás son más mayores y no es lo mismo bailar con ellos", dice esta simpática y expresiva mujer para quien La Paloma es sinónimo de vida, "de recuerdos de juventud" y "de muchas historias de amor, de desamor y de desengaño". Al principio era tan joven que tenía que aparentar que tenía más edad para poder entrar con sus amigas en el local, que era muy diferente al actual. Son muchos años acudiendo a la calle Tigre 27, pero serían muchos más si La Paloma no hubiera estado cerrada 16 años, con un via crucis de mejoras y una costosa insonorización. Su reapertura en 2023 llenó de alegría a Pepita, que no se pierde una sesión.

Pepita celebrando sus 105 años en La Paloma este  domingo.

Pepita celebrando sus 105 años en La Paloma este domingo. / Jordi Otix

Dos días antes de la celebración nos recibió en su casa del Raval. "Mi mejor recuerdo de La Paloma es haber conocido al amor de mi vida, que no fue mi marido porque ese fue el gran error. Una equivocación". Ocurrió después de morir su esposo. "Si estoy así a los 105 ¡imagínate cómo era yo a los 68!", lanza con esa mirada pícara. A esa edad quedó viuda y a lo 73 descubrió a su gran amor, 12 años más joven que ella. "Bailaba muy bien. Pero lo nuestro duró nueve años. No pudo ser más porque murió", recuerda. "De mi época no queda nadie. ¡Los he matado a todos!", ironiza.

Aunque en La Paloma ha hecho nuevos amigos, "todos son mayores", lamenta. No es que haya perdido conciencia de la edad que ella tiene, pero constata que muchas personas que rondan los 80 o menos no tienen su misma energía. Las amigas con las que va a jugar a cartas o a dominó regularmente la acompañan hoy porque es un día especial. Pero normalmente ni locas irían a La Paloma a bailar. Para Pepita, en cambio, es un ritual.

Pepita en su balcón.

Pepita en su balcón. / Jordi Otix

"Nunca me han gustado las discotecas", comenta. A ella lo que le va son los pasodobles, el vals, el bolero y la salsa, y si es con orquesta, mejor que mejor. Reniega del reguetón y su única frustración es no bailar bien sevillanas. Entre sus canciones favoritas cita la popular 'Begin the Beguine' de Cole Porter, y 'Si nos dejan', un bolerazo ranchero de José Alfredo Jiménez con el que ha disfrutado hoy.

"Me gusta bailar agarrado. Cuanto más cerca, mejor se baila"

"Cuando yo empecé a bailar nadie lo hacía suelto, bailábamos agarraditos", recuerda. "Me gusta bailar agarrado. Cuanto más cerca, mejor se baila", indica. Es él quien tiene que saber llevar a la pareja en la pista. Pero fuera, la cosa cambia porque a Pepita le gusta marcar el paso. Prueba de ello es que cuando tenía 26 años decidió casarse sin festejar ni nada. "Me casé con mi marido tras dos meses de conocernos. Estaba enfadada con la vida porque ya había sido novia dos años con otra persona y no salió bien. En aquella época después de eso y con 26 años ya te consideraban una mujer pasada. Yo no quería que me casaran con un señor mayor. Quedarme yo sola en Barcelona tampoco era factible porque estaba mal visto y en el pueblo hablarían mal". Así que le dijo a su joven pretendiente: o se casában rápido o no hay boda. "Lástima que elegí a la persona equivocada", confiesa. "Él no era 'bailador', era cazador".

Bailes 'destrangis'

Pese a los altos y bajos, el matrimonio aguantó 30 años. Pepita se escapó varias veces de casa. "No quería que nadie me dominara". Pero en la época de Franco si una esposa abandonaba el hogar era buscada por la policía y devuelta al redil. "Daba igual, ya podía irme a Gràcia o al Clot. Al final siempre me encontaraban", recuerda. Acabó huyendo al extranjero: "Me fui Ginebra para cuidar los hijos de una familia dos años". Pero sus padres le pidieron que arreglara la situación con su marido. Y regresó.

"No tengo ni un 'ull de poll'. Hay amigas mías más jóvenes que yo a las que siempre les duele siempre algo. Yo, por suerte, nada. Soy así"

Acudía a La Paloma 'destrangis'. como diría Estopa. Aprovechaba que bajaba a Barcelona para comprar cosas para sus negocios en Cubelles -entre otros, un merendero junto a la playa que montó con el dinero ganado en Suiza- para pegarse unos bailoteos. "Lo único que tenía que vigilar era no perder el tren de vuelta. Tenía que estar en casa para la cena", recuerda. "En La Paloma he vivido los mejores momentos de mi vida", resume esta vivaz mujer que todavía baila por casa con los auriculares puestos. "Es que yo no tengo ni un 'ull de poll'. Hay amigas mías más jóvenes que yo a las que siempre les duele siempre algo. Yo, por suerte, nada. Soy así", presume.

Pepita con su pastel de cumpleaños en La Paloma.

Pepita con su pastel de cumpleaños en La Paloma. / Jordi Otix

Cree que su actitud ante la vida "siempre positiva" la ha ayudado a llegar tan bailonga a los 105 años. "No he hecho nada, he nacido así". Ni bebe dos litros de agua al día como se recomienda, ni sigue una dieta determinada. "Pepita come de todo pero sin pasarse", me cuenta Nuri, la sobrina de 59 años con la que convive y a la que quiere como una hija -Pepita no tuvo descendencia-. Su casa es un piso cerca de Las Ramblas, no muy lejos de La Paloma, que cuando lo adquirió era mitad vivienda, mitad peluquería. Lo compró en 1975 porque le daba la excusa perfecta para venir más a menudo a Barcelona. "Yo decía que bajaba por negocios a Barcelona y, si me tenía que quedar a dormir, ya tenía dónde", cuenta Pepita. Espabilada siempre lo ha sido. "Lo único que lamento es haberme equivocado de profesión. Debería haber sido bailarina".

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